8 de marzo: más que mujeres.
Manuel Molina
Cada 8 de marzo, el mundo se viste de morado para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. No es una celebración vacía ni una fecha para felicitar a las mujeres sin más; es un recordatorio de la lucha por la igualdad y el reconocimiento de los derechos que, aún en pleno siglo XXI, siguen sin ser plenamente garantizados. La historia de esta fecha tiene raíces en las luchas obreras del siglo XIX y principios del XX. Un episodio clave ocurrió en 1908, con más de cien mujeres muertas, provocando que miles de trabajadores textiles se manifestaran en Nueva York exigiendo mejores condiciones laborales, reducción de la jornada y derecho al voto. Poco después, en 1910, la activista alemana Clara Zetkin propuso en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas la creación de un día para exigir igualdad de derechos. Desde entonces, el 8 de marzo ha sido un símbolo de resistencia y reivindicación.
Sin embargo, lo que comenzó como una protesta laboral pronto se convirtió en una causa global. En 1977, la ONU oficializó la fecha como el Día Internacional de la Mujer, reconociendo su importancia para la igualdad de género. Pero más allá del reconocimiento institucional, la lucha sigue viva en las calles y en las redes, donde cada año millones de voces exigen cambios reales. A pesar de los avances en derechos civiles y oportunidades, la desigualdad sigue siendo una realidad innegable. En muchos países, las mujeres aún ganan menos que los hombres por el mismo trabajo, sufren violencia de género en distintas formas y siguen siendo subrepresentadas en los espacios de poder. Como bien señaló Simone de Beauvoir: “No se nace mujer: se llega a serlo”, recordándonos que las barreras de género son impuestas por la sociedad y pueden ser derribadas con voluntad política y acción colectiva.
El 8 de marzo no es solo memoria, sino presente y futuro. Movimientos como #MeToo, Ni Una Menos y la marea verde en América Latina han demostrado que la lucha feminista sigue más vigente que nunca. Las mujeres ya no aceptan llamar ni resignarse a la injusticia. La socióloga Saskia Sassen advierte que “la lucha feminista no es un evento, sino un proceso”, y es precisamente este proceso el que debemos sostener y fortalecer. Este día nos recuerda que el feminismo no es solo una causa de las mujeres, sino de toda la sociedad. Un mundo más equitativo no solo beneficia a quienes han sido históricamente oprimidas, sino que construye sociedades más justas. Por ello, el 8 de marzo no es una fecha de flores y mensajes vacíos. Es un llamado a la acción, un recordatorio de que aún queda mucho por hacer y de que la lucha por la igualdad no se detiene en un solo día. Porque mientras exista una niña que no pueda acceder a la educación, una mujer que tema caminar sola por la calle o una trabajadora que gane menos por su género, el 8M seguirá siendo una necesidad de resistencia
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