lunes, 22 de abril de 2024

"LIBROS EN LA ERA DIGITAL" (Ideal 21-4-24)

Libros en la era digital Manuel Molina En la era digital instantánea los libros parecían estar destinados a su desaparición, como una muerte anunciada y si acaso relegados a poca lectura en pantallas. Sin embargo, el libro tradicional en papel goza de buena salud encontrando en nuestras calles rótulos maravillosos donde se lee “librería”. Es más, he encontrado en los últimos años románticos emprendedores afanados en abrir algún establecimiento con ese nombre. Su presencia tangible en nuestras vidas es crucial, resistiendo con la opción también extendida de la compra remota. Los libros, decía hace poco Manuel Vilas, mantienen el aroma de quien antes los leyó y de los lugares donde habitan. Todos tenemos la sensación que irradia la mezcla de tinta, papel y cola en un libro nuevo. A mí me retrotrae a los inicios de curso cuando recibías alguno para forrarlo o el primero que publiqué. Hemingway escribió lo siguiente: "No hay nada que escriba que no sea la verdad". Esta cita encapsula la esencia de la importancia de los libros. A través de las páginas impresas, los autores transmiten sus visiones del mundo y sus enriquecedoras reflexiones. Como lectores recibimos esa experiencia vicaria, somos espectadores de otro ser humano y comprendemos su perspectiva única. Conocemos un asesino o un redentor; no lo somos pero lo vivenciamos. Nos convertimos en testigos de otra verdad, la que contienen historias contadas por autores que incluso trascienden el tiempo y el espacio. La narrativa digital, tan unida a lo visual, no soporta esa circunstancia y queda fácilmente diluida. A través de la lectura, tenemos acceso a una vasta cantidad de conocimiento que va desde las teorías científicas más avanzadas hasta enormes lecciones de vida, de visiones poéticas de la realidad hasta el clásico placer de inventar historias que nos atrapan en su verosimilitud o fantasía. Los libros nos permiten expandir nuestros horizontes en un necesario ejercicio de concentración e individualidad, con independencia de que compartamos la experiencia a posteriori. Desplazamos la mirada por las líneas de un libro y alzamos de vez en cuando la vista para digerir lo leído. Qué comunión se produce cuando alguien percibe que le han contado lo que pensó o intuyó, pero de una manera enriquecida, cargada de belleza. Gabriel García Márquez, el ilustre nobel colombiano, lo expresó así: "La literatura es el arte de descubrir algo extraordinario sobre algo ordinario". Sin embargo, la importancia de los libros va más allá. Su presencia física en nuestras vidas tiene un impacto significativo y bienestar emocional. Hay libros sanadores o calmantes y no son precisamente de autoayuda La experiencia táctil de sostener un libro, pasar sus páginas y sumergirse en su historia proporciona una sensación de calma y satisfacción que es difícil de replicar en el mundo digital. En un momento en que la atención se dispersa fácilmente y la ansiedad está en aumento, los libros ofrecen un refugio tranquilo, se yerguen como faros de luz en la oscuridad, recordándonos que incluso en los momentos más difíciles, nunca estamos solos.

lunes, 15 de abril de 2024

"AUPA ATHLETIC" (Ideal 14-4-24)

Aupa Athletic Manuel Molina Hace ciento treinta y cuatro años se fundó un club en Bilbao que está de moda, el Athletic, fruto de la llegada de industriales ingleses y de estudiantes que conocieron ese deporte en las islas, entonces llamado “sport”. Ya había ocurrido algo parecido en Huelva, también fruto de la industrialización que llevaron a cabo empresas inglesas expandiendo la práctica del fútbol entre propietarios ingleses y trabajadores onubenses. Lo hicieron también el tenis o el golf, pero el primero se popularizó más. El equipo bilbaíno acaba de ganar la Copa del Rey y la ciudad se ha echado a la calle para celebrarlo, como se celebran esas cosas en la zona, a lo grande. En un deporte tan sobrevalorado e hiperbólico como el fútbol, uno de los mayores ejemplos de mercantilización globalizada, resulta curioso que un puñado de deportistas del terruño, le hayan plantado cara a los grandes clubes con sus carísimos fichajes internacionales - en el Real Madrid, por ejemplo suele jugar tan solo un jugador nacido en España- y los hayan derrotado, Hecho cada vez más infrecuente, que resta vistosidad e interés a ese deporte, megafinanciado por multinacionales y estados petroleros. Tengo dos entrañables anécdotas que hablan de la filosofía de ese admirable club. La primera ocurrió en el propio Bilbao, donde había llegado de paso hacia otro destino y decidí con mi familia visitar la ciudad. Recalamos en el bar y sociedad gastronómica de la peña más antigua del club, ubicada en el casco viejo de la ciudad. Poco puedo añadir de lo que puedan imaginar sobre cómo fue la degustación de pinchos y platos junto a txacolines. Pegamos la hebra con uno de los encargados del negocio. Le comenté que me hubiese gustado visitar el viejo San Mamés, ya cerrado, antes de que lo derribaran y habérselo mostrado a mi hija. Me dijo que eso no podía quedar así, si yo había hecho más de mil kilómetros con ese deseo no me podía marchar sin haberlo conocido. Realizó varias llamadas y volvió con una sonrisa: “a las cinco en la puerta tal, os esperan”. Agradecí de todo corazón tan generoso gesto y nos dirigimos hasta allí. Nos esperaba un empleado del club para sumarnos a una visita oficial que realizaban unos dirigentes del Ajax de Amsterdam, “Perdonad, pero para entendernos hablaremos en inglés”. No importaba. Emoción. La otra anécdota ocurrió más lejos, en un lugar muy deportivo, las ruinas de Olimpia en Grecia. Con un gran calor salimos a una terraza cercana tras el recorrido para refrescarnos. Un camarero griego, ya mayor, se dirigió a nosotros con un perfecto: “¿de dónde sois?”. Como la mayoría provenía de Córdoba indicaron ese nombre y este añadió: “pobrecillos su equipo de fútbol siempre hundido en segunda B”. Conocía al dedillo todo sobre las principales ligas de fútbol españolas. Le pregunté por su equipo favorito: “el único en el que todos sus jugadores son españoles”. Sacó un llavero con el escudo del Athletic y lo besó.

domingo, 7 de abril de 2024

"¿CLASE MEDIA?" Ideal 7-4-24

¿Clase media? Manuel Molina La clase media se desarrolló especialmente tras la Revolución Industrial, en la Europa Occidental a lo largo de los siglos XVIII y XIX. A medida que la economía agrícola se transformó en una economía industrial, se brindaron nuevas oportunidades económicas y de empleo a una gran proporción de la población anteriormente pobre. El surgimiento de la industria y las fábricas, así como el desarrollo del comercio y las finanzas, crearon puestos de trabajo y aumentaron las oportunidades de empleo, especialmente en las ciudades. La urbanización y la oportunidad de obtener ingresos estables provocaron el desarrollo y cambios de estilo de vida de un preponderante segmento de la población. Esa es la mirada hacia atrás, desde la historia. La clase media logró con mucho esfuerzo, incluso vidas, acceso a la educación, sanidad, al empleo y yendo más allá, la capacidad de poder adquirir bienes que no se encontraban entre las necesidades básicas. En un principio se conformaba el estrato por comerciantes, trabajadores independientes y oficinistas, para pasado el tiempo incluía a trabajadores de otros sectores de la economía. Podríamos hablar de una propia segmentación de la clase media que abarcaría una gradación en forma de alta, media y baja burguesía. Llegado el siglo XX con su incipiente clase media se supone que contribuyó a cambiar la concepción del capitalismo y dotarlo de una perspectiva integradora y hasta optimista. Una visión afable, llena de oportunidades, que sustituía esa época de arbitrariedad, explotación y violencia extrema que provocó la Revolución Industrial. Se afincó la meritocracia y reconocieron los derechos civiles en el marco de un estado de derecho que suponía el caldo de cultivo propuesto para su desarrollo. El capitalismo se reinventaba y triunfaba, a la vez que surgían ideologías más basadas en lo común y su defensa. Se animaba a sentirse orgulloso de no ser pobre, a llamarse clase media mejor que trabajador y a intentar imitar unos usos y costumbres por los cuales se podía creer que al realizarlos se pertenecía a esa clase. Hace poco avisté una breve intervención del humorista murciano Miguel Maldonado que respondía así a la pregunta de si era de clase media: “si tú tienes las sartenes apiladas en un mueble de tu cocina, tú no eres clase media”. Después de la risa, me hizo reflexionar y fruto de ello es la columna que usted lee. Desde el capitalismo más salvaje se ha hecho creer a mucha ciudadanía que pertenece a esa privilegiada clase media, utilizándola para venderle todo lo que no tiene, como si fuese una aspiración, para luego quitárselo. Es más, ha logrado que quienes proceden de la clase trabajadora, bajo esa influencia y convencimiento están siendo utilizados para desmontar dos pilares sociales fundamentales, la educación y la sanidad. Esa acción ha calado de tal modo que se logra enterrar un derecho sin mancharse las manos. A.B. Alcott hace dos siglos ya lo veía claro: “La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia”. Y ser útil, sin saberlo, también.