domingo, 11 de diciembre de 2022

LOS JOSELES (Ideal 11-12-22)

Hace años tuve la suerte de dirigir un festival internacional de teatro. Como refirió Camus para el fútbol de la vida; lo aprendí en el teatro, llegué a él por amor y me quedé por cicatrizar el desamor, encontré la amistad con más alto índice de resistencia, a la vez que la puñalada más trapera a lo Bruto, reí y lloré en la oscuridad de una sala, tuve la enorme suerte de apreciar un colegio que realizaba una hora y media de viaje para que sus pequeños conocieran la magia escénica por primera vez o quitarme el sombrero ante la sencillez de estrellas y el estrellato de mindundis. Una de las obras que más hizo brillar mis ojos fue la puesta en escena por Familie Flöz, una compañía alemana de gira por España. La obra se denominaba 'Teatro Delusio' y situaba la acción en un escenario invertido, mostrándonos todo lo que ocurría tras las bambalinas con actores y actrices pertrechados tras una máscara y de la que fueron herederos aventajados los vascos Kulunka Teatro, que intento infructuoso su inserción en la programación de cada lugar que me preguntan. 'Teatro Delusio' es un canto epopéyico al mundo teatral, a todo lo que ocurre y que no se ve. Una pléyade imprescindible de técnicos, operadores, tramoyistas, transportistas o secundarios suman el éxito de un montaje sin su presencia en escena, la vida misma a borbotones. Hace tiempo el amigo Emilio Gutiérrez Caba, con el que tengo algunas anécdotas jugosas que no deben contarse por aquello de la corrección política y el daño a terceros, me abrió los ojos del conocimiento. Andábamos en un curso veraniego en Baeza, en la Universidad Internacional de Andalucía, y una alumna le conminó a decir qué era lo más importante para una obra de teatro. No dudó y le salió una espontánea respuesta cargada de experiencia y leguas: «Lo más importante es que una silla esté donde debe estar una silla». Como un oráculo délfico había simplificado la esencia del trabajo teatral. Cada uno,con cada cosa, debe hacer lo que se le pide por el bien común. Se ha jubilado José Luis Fernández Aragón, técnico del teatro de la Merced de Cazorla, y una de las mejores personas que he conocido en el mundo del teatro y por extensión, en la vida. Sapiencia, técnica, capacidad de improvisación, conocimiento, paciencia y unos rayos x del corazón extraordinarios. Era muy difícil sacarle de sus casillas y sabía estar detrás de un escenario o justo encima, al frente, como nadie. Con solo una mirada desplegaba una serie de respuestas a cualquier problema como si fuese ingeniero de las soluciones difíciles. No tuvo nunca miedo, pero siempre respeto, a La Cubana, Comediants, Fura del Baus, Concha Velasco, Lola Herrera, Nuria Espert, Blanca Portillo o cientos de compañías nacionales e internacionales (¡sin saber inglés!). Esta columna de gratitud es un abrazo para Joseles, pero también para los otros Joseles que en otros teatros y espectáculos nunca salen a saludar.

sábado, 3 de diciembre de 2022

DEMASIADOS PAPELES Y BYTES (IDEAL 4-12-22)

Hace ya dos años se publicó una encuesta en la que un sindicato recogía el sentir del profesorado y llegaban a una conclusión: el noventa y seis por ciento consideraba que el papeleo era excesivo y distraía de la atención al alumnado. No había llegado aún una nueva ley (otra más) que obligaría a más papeleo y burocracia, aunque debiéramos entender que ya no es labor amanuense, sino con teclados y pantallas. Tres palabras definen la situación profesional de parte del profesorado actual en nuestro país: hartazgo, desilusión y frustración. Las tres tienen que ver con la obligación cada vez más apremiante de reuniones y relleno de multitud de documentos que no suelen mejorar la enseñanza-aprendizaje de su alumnado. Parece que la forma se haya impuesto al contendido, al espíritu de la escuela. Cada nuevo cambio aporta, como nos enseñó Umberto Eco, los proclives desaforados, los integrados; y los que nunca estarán de acuerdo en ningún avance, los apocalípticos. Sin embargo, parece que entre ambos polos se sitúa la gran mayoría de quienes tratamos. Existe cierto recelo hacia los docentes, puesto que casi nunca se toman en consideración sus peticiones a la hora de mejorar, de innovar o de que se tengan en cuenta sus demandas, a la hora de insertarlas en una nueva ley educativa. Cuesta entender que un gremio con preparación no acertara en sus peticiones y esté siempre equivocado –se podría atisbar- para que se obvien sus peticiones. La más insistente, la de la ratio, por ejemplo nunca es atendida. Se aprecia que no es posible un cambio educativo desde abajo hacia arriba y siempre las imposiciones, ideas y ocurrencias se imponen de arriba hacia abajo. Ahora es Europa. Incapaces de alcanzar un consenso educativo en este país los partidos dominantes hacen uso de sus mayorías para que su idea de educación sea acatada a pies juntillas, casi siempre acompañada de un sonrojo de cifras adversas que deben ser maquilladas. Por otra parte, los sindicatos educativos son bastante benévolos en todo lo que ocurre respecto a las decisiones prioritarias y urgentes de la administración. Alcanzan logros, por supuesto, pero siempre alejados de ese ideal que provocaría la necesidad de un pacto de estado por la educación. Cuando en la medicina se reclama vislumbro lo que es una protesta verdaderamente seria, no las fiestas de cumpleaños, como bautizó el ínclito ministro Wert a las huelgas de un día, que se sucedían en la enseñanza cada equis tiempo o las que cada año realizan los estudiantes cuando en su mayoría no saben explicar el paro de una jornada. Y el profesorado tampoco es que se vaya de rositas, quejumbroso y acomodaticio delega siempre en los demás sus males, sin realizar autocrítica o plantearse que se dedica a una de las profesiones más importantes y necesarias, que debe contener la dignidad no solo en el sueldo/vacaciones, como le recuerdan siempre, y no a otras profesiones. Tal vez esta columna no guste a nadie, pero creo que había que escribirla