domingo, 3 de agosto de 2025

"UNA UNIVERSIDAD QUE INCOMODA" (Ideal 3-8-25)

 

Una universidad que incomoda
Manuel Molina

           La negativa de la Junta de Andalucía a implantar el grado de Ingeniería Biomédica en la Universidad de Jaén no es solo un error, es un síntoma. Algunos la califican de “decisión política”. Si entendemos por ello la preferencia por universidades privadas desde el gobierno autonómico, entonces claro que sí, es política. Cuesta creer que esta decisión obedezca a razones técnicas, cuando la realidad muestra otra cosa: hay más voluntad que objetividad en juego. Y, una vez más, Jaén queda fuera de las prioridades. La Universidad de Jaén (UJA), pese a su juventud, ha sido un motor esencial para una ciudad históricamente olvidada. Como recordó recientemente su rector, “la UJA es el principal activo estratégico con el que cuenta Jaén para su transformación social y económica”. En un territorio con escasa inversión privada, sin tejido industrial sólido y con un desempleo juvenil alarmante, el conocimiento se convierte en el único agente de cambio real. El hecho de que en Granada haya ocurrido algo parecido ha propiciado que el propio PP granadino se haya manifestado en contra de la decisión, claro que es política.

           Por eso resulta incomprensible frenar un grado como Ingeniería Biomédica: con demanda acreditada, viabilidad económica, recursos disponibles y más de ochocientas solicitudes en su primera preinscripción. ¿No era el momento adecuado? ¿Por qué en las universidades privadas no hay obstáculos, mientras en la pública se multiplican las exigencias? Se trata de una decisión que daña la autoestima de una provincia que lleva años reclamando una apuesta seria por su universidad. El propio alcalde de Jaén, Julio Millán, lo calificó de “varapalo” y no le falta razón. Cada vez que se deniega un nuevo grado se pierden inversiones, se dispersa el talento y se erosiona la imagen de una institución que ha cumplido con creces su papel de motor provincial. Esto no es un trámite menor, sino la confianza en un modelo de universidad pública que investiga, colabora con empresas y forma a cientos de jóvenes que, de otro modo, como conoce bien esta tierra, tendrían que marcharse. Eso también es cohesión territorial y justicia social.

           La Junta aún puede rectificar. Lo mínimo sería revisar el informe técnico, explicar con claridad los criterios aplicados y asumir responsabilidades por un retraso que ha dejado a cientos de estudiantes en el limbo. Cada decisión como esta alimenta la sospecha de un trato desigual, que empieza a parecer menos una percepción y más una evidencia. Hay instituciones que incomodan, precisamente porque funcionan. La Universidad de Jaén es una de ellas. Por eso hay que defenderla. No desde el victimismo, sino con la convicción de que una universidad pública fuerte no es un privilegio, sino una necesidad. Dice Boaventura Santos, citado por Emilio Díaz Berenguer, que “O defendemos la universidad pública como lugar de producción de saberes plurales y emancipadores, o estaremos renunciando a uno de los pocos espacios donde aún es posible pensar utopías, imaginar futuros y ejercer la democracia en serio.” Y eso, sin lugar a dudas, también es política.

 

 

 



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