domingo, 28 de diciembre de 2025

"LA METÁFORA DEL TRANVÍA" (Ideal 28-12-25)

 

La metáfora del tranvía
Manuel Molina

 

           En el corazón de Jaén, una serpiente de acero y cristal permanece inmóvil bajo el sol mientras atraviesa estaciones que solo pertenecen al calendario. No procede de un pasado íbero ni remite a una ruina medieval, aunque su quietud, que se prolonga con los años, ya adquiere resonancias de leyenda urbana. El tranvía, concebido como infraestructura moderna y levantado con una inversión de 120 millones de euros, continúa quince años después sin prestar servicio, convertido en el testimonio más oneroso de la desidia política y, quizá, de una resignación social que se ha ido normalizando. La historia arrancó en 2009, cuando una promesa de modernidad alimentó expectativas colectivas. Las obras avanzaron con una rapidez poco habitual en la provincia y, en 2011, los vagones llegaron a circular durante pruebas tan simbólicas como precarias. Aquello que nació con vocación de vanguardia terminó despeñándose por el barranco del enfrentamiento partidista, que acabó por bloquear cualquier avance posterior. Desde entonces, el tranvía de Jaén pasó de representar una solución de movilidad a funcionar como munición retórica en los mítines, donde unos lo despachaban como “trasto” y otros lo defendían como “necesidad”.

           Esta columna estaba pendiente de escribirse, aunque el relato encaja mejor en la literatura maravillosa sudamericana o en esos territorios míticos donde la decrepitud avanza de forma inevitable, como ocurrió con los pueblos sepultados bajo embalses. El drama auténtico no reside en el metal que se oxida, sino en la indolencia que lo rodea. Cuesta imaginar otra capital europea en la que una inversión de tal magnitud se abandone durante década y media sin que la ciudadanía fuerce una solución inmediata. Jaén ha terminado por aceptar el tranvía como parte de un mobiliario urbano inerte, al modo de un olivo seco que ya no da fruto y cuya presencia se asume por pura costumbre. Esta parálisis funciona como metáfora de una sociedad que, en determinados momentos, parece haber interiorizado la derrota y la indolencia local aunque no apunte a pereza, sí lo hace no a una combinación de escepticismo crónico y mansedumbre aprendida.

           Las administraciones han permitido que auditorías e informes interminables se enreden unos con otros, mientras el sistema de transporte se degrada sin remedio. ¿Dónde queda la indignación ante el despilfarro de dinero público destinado al mantenimiento de algo que no presta servicio? Nadie responde. ¿Aparece alguien con un mínimo de vergüenza o con voluntad de asumir errores? Nadie responde. Seguimos esperando a Godot. Reactivar el tranvía exigirá algo más que una firma estampada en un despacho de Sevilla o Madrid; exigirá que Jaén sacuda la indolencia que se le ha adherido a la piel. Permitir que 120 millones de euros continúen dormidos no constituye solo un fallo administrativo, sino un desprecio a la dignidad colectiva de la ciudad. El acero no carga con la culpa de la inmovilidad; la responsabilidad recae en quienes, por acción u omisión, transformaron una promesa de progreso en una estatua de hierro y cristal paralizada. Ni el creador más imaginativo habría intuido una “performance” semejante

 


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