Elogio de lo
manual
Manuel Molina
Lo creado con nuestras propias manos
se convierte en algo más que una pieza única, puede apreciarse como un acto de
resistencia. Hacer algo por nosotros mismos no solo crea un objeto, sino que
preserva nuestra humanidad y nuestra conexión con el tiempo de una manera
pausada. Crear algo con las manos es una forma de meditación que nos devuelve
el ritmo natural de la vida, lejos de la prisa del reloj, de la medición
programada y encapsulada de los hechos. "La artesanía es la voz de la materia, la mano que dialoga con la madera,
el barro o el hilo para contar una historia que el plástico nunca podrá
narrar", pensaba Octavio Paz. Hay una filosofía que se denomina Diseño
lento, si lo traducimos más o menos al castellano, y promulga que en la era de
obsolescencia programada, reparar o crear algo con nuestras manos es un acto
revolucionario de amor por el mundo. Me tiene cada vez más atrapado, pese a no
ser un manitas y necesitar bastantes veces de alguien para poder llevar a cabo
esa acción.
Intento
aprender a hacer algo, un grabado, una caligrafía, un poema y se apodera de
ellos la imperfección, me acompañan el borrón, la tachadura o la mancha; lo
intento una vez y otra porque no soy una máquina, ni una inteligencia
artificial. Se rompe algún objeto o máquina e intento arreglarla con desigual
fortuna. La
perfección de algunos objetos es fría, como un enorme bazar occidental. La
imperfección de la mano humana es lo que nos permite conectar con el objeto y
sentirnos identificados.El cerebro y la mano conectados en un proyecto
ancestral. No necesitamos más cosas; necesitamos cosas que signifiquen algo y
un poco de tiempo ralentizado. Queridos Reyes Magos, Papa Noeles, Olentzeros,
Tiós, traednos tiempo. Llegan fiestas en las cuales se dispara el dispendio de
lo que se puede e incluso de lo que no. A gastar, ese es el mensaje. El comercio
disfruta de “vacas gordas” y los grandes almacenes de rebaños enteros.
Quienes disponen de pagas extra se
disponen como los peces en el río con otro verbo: compran y compran y vuelven a
comprar. Llega el ciclo de abrazos, comida y gasto. Sin embargo, podríamos
dedicar una pequeña parte a realizar algo por nosotros mismos, algo realista,
no importa que sea pequeño, para poder compartirlo y disfrutarlo, Cuando
comenzaba el maquinismo fabril que creó los operarios John Ruskin publicó en
1849 un libro, The Seven Lamps of Architecture, (Las siete lámparas de la
arquitectura), tal vez atisbó lo que vendría: “El verdadero placer del trabajo
no está en el salario, sino en la conciencia de haber hecho bien algo con las
propias manos”. Seríamos ya esclavos de una cadena como Chaplin en Tiempos modernos. Busquen un hueco y creen algo para poner en su árbol de Navidad, para
realizar con sus retoños, para regalar a su pareja. Tendrá el extraordinario
valor añadido de que parte de su corazón y entusiasmo están ahí, en ello.
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