La mentira y la política
Manuel Molina
Si miramos hacia atrás e intentamos
encontrar la relación filosófica que se establece entre la verdad y la política
nos encontramos con dos ejemplos muy significativos. Por un lado, Platón
justifica la mentira (no cualquiera, sino la "noble") como una
herramienta terapéutica, una “medicina” necesaria para proteger y beneficiar a
la comunidad, no para el beneficio personal del gobernante. Esto veintipico
siglos después nos cuesta entenderlo como ciudadanía. El gobernante, según
este, debe usar el engaño para que las personas acepten ciertas decisiones
difíciles o impuestas por el Estado, atribuyendo el resultado a otros factores
en lugar de a la manipulación política. Esto ya nos suena más cercano. Por otra
parte, Maquiavelo revelaba en su obra “El príncipe”, manual modernísimo de
política, lo siguiente: "un príncipe nunca carece de razones legítimas
para romper sus promesas." Se justifica la falta de palabra cuando esta políticamente se basa en la necesidad y el interés del Estado. Praxis o
empirismo. También recomienda al gobernante esta reflexión: "De vez en
cuando las palabras deben servir para ocultar los hechos", enfocando en la
eficacia del engaño, ya que la naturaleza humana tiende a ser crédula y se deja
llevar mansa por las apariencias. Podemos asegurar que la verdad no es
necesaria en política. De esto se sabe mucho ahora en los partidos
mayoritarios, por un lado que la mentira no es delito, del PP; y por otro que
no se sabe nada de quien está al lado y comparte el día a día gobernante, PSOE.
Qué decir de Mazón.
En un término parecido, pero con
matices, se encuentran estos versos de Goethe: "¿Debe engañarse al pueblo?
/ Desde luego que no / Más si le echas mentiras, / mientras más gordas fueren /
resultarán mejor”. Una de las mejores radiografías la realiza mi admirada
Hannah Arendt, ya que para ella: "quien miente en algo que cualquiera
podría rebatir con una foto o un dato no está participando en una discusión
acerca de la verdad de un enunciado, sino haciendo una ostentación de su poder
en grado máximo”. Perfecta instantánea del maquiavélico MAR, de afamada y
titiritera intervención reciente en los juzgados. Todo lo contrario de lo que
cargado de utopía recomendaba Albert Camus: "la libertad consiste sobre
todo en no mentir. Allá donde la mentira prolifera, la tiranía se anuncia o se
perpetúa”. Tanto que se habla de falta de libertad, pero no desde esta
interesante y necesaria perspectiva.
Una amistad muy capaz y con un elevado
sentido de la res pública aceptó la oferta de ingresar en una candidatura
política. A los pocos meses renunció al cargo electo y pasado el tiempo nos
encontramos, sin pedirlo me ofreció una explicación que casa con lo que venimos
hablando. “Al poco tiempo de comenzar la legislatura me encomendaron salir a
defender un asunto que era mentira y un mes después me requirieron para hacer
pública otra nueva mentira, así que dije, me voy”. Todos se extrañaron”.
¿Mentir o no mentir? Esa es la cuestión.

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