domingo, 30 de marzo de 2025

"VER, OÍR, ¿CALLAR?" (Ideal, 20-3-2025)

 

Ver, oír, ¿y callar?
Manuel Molina

Cuando se escribe algún tipo de ficción parece que subyace el principio que
aportara George Orwell en su ensayo “Why I Write” (1946), donde menciona que uno
de los motivos para escribir es el "deseo de ser recordado favorablemente" y la
"necesidad de ser reconocido". Su análisis sugiere que la escritura es, en parte, un acto de búsqueda de aceptación y validación, razonamiento que comparte también con
Roland Barthes en “El grado cero de la escritura”. Se puede sintetizar en que se escribe
en tal caso para ser querido. Tal vez tenga un determinado punto de vanidad, porque en
el mundo artístico existe una proliferación, aunque no exclusiva, de búsqueda de fama y
afecto; y la escritura se puede convertir en una forma de proyectar una imagen
idealizada de sí mismos. Ahora bien cuando se escribe opinión la vertiente genérica se
puede transmutar y aunque los egos sobrevuelen el espacio tal vez sea menos dominante
la razón mencionada de querer hacer amigos.
Por desgracia, no soy periodista, lo he intentado aclarar siempre que se me
intenta adjudicar esa etiqueta. Siento mucho respeto por la profesión y no alcance a ello.
Ahora bien, me he sentido muy privilegiado de poder colaborar durante muchos años
con el periodismo. Resulta apasionante formar parte y sumar en un medio de
comunicación como la prensa, que resiste ante la apisonadora de las tecnologías y la
expansión, casi vírica, de la intencionada desinformación para captar adeptos a rediles
del borreguismo. Cuando decidí aceptar el reto de escribir mi opinión en un medio de
comunicación tuve presente, aparte de la responsabilidad que adquiría, el compromiso
con la honestidad. En este último caso debía respetar un principio como mandamiento:
no mentir, lo que implicaba estar documentado cuando se afirma o niega algún asunto.
Me ha servido como argumento cuando alguien intenta arrimar mi opinión hacia una
supuesta especie de dictado. Todo ello implica, como resulta obvio, recibir críticas
desde todos los lados, pero ahí radica el pago; no obstante, me reafirmo en que no
escribo opinión para hacer amigos.
Entre los calificativos que han llamado la atención me encuentro varios por su
curiosidad: polemista, podemita, y a la vez facha (eso sí me ha dolido), sociata de
mierda, colaboracionista pepero, izquierdoso, perroflauta, comunista, sanchista (sic) o
pseudo piriodista (sic). Como ven parece un muestrario de tómbola ideológica. A lo que
voy, si quieren saber quiénes les rodean o por donde viene el aire, manifiesten en
público su opinión argumentada; por ejemplo en una red social, y esperen unos
minutillos la efervescencia proporcional a la relevancia del asunto. Admito que me
sorprende aún que me envíen mensajes privados intentando censurarme o hacerme ver
que bajo su punto de vista pretendan censurarme o callarme, incluso me dicen que me
desprestigia (y dale). En ese momento aparece la fortaleza de tener claro que no me
mueve la prebenda, ni el reconocimiento, les recuerdo mi derecho cívico y que no
escribo para que me quieran. Entonces se enfadan aún más.


domingo, 23 de marzo de 2025

"Ay, Lisístrata" (Ideal, 23-3-25)

 

Grupo de teatro del IES Castillo de la yedra (Cazorla)

Ay, Lisístrata

Manuel Molina

 

            Veinticinco siglos después, ni el propio Aristófanes podría imaginar que sus obras seguirían teniendo relevancia ya no solo en los teatros, sino en los medios de comunicación de todo un país. Y eso que su humor, el de las comedias que pergeñó, el de las criaturas mortales, se consideraba más bien conservador, frente a la novedad que suponía el planteamiento de Sócrates. Ahora bien nos dejó un legado riquísimo para hacernos una idea de las discusiones ideológicas atenienses de ese periodo y de la vida cotidiana. Guardo dos gratos recuerdos de mi relación con el comediógrafo ateniense. Por un lado, la experiencia de disfrutar en el festival Epidaurus, en el mítico Herodes Atticus bajo la Acrópolis, de un estreno precisamente de “Las nubes”, donde atiza  tanto a Sócrates como Eurípides de lo lindo. Y por otro lado, cada vez que he podido como profesor he integrado el teatro en mi programación; fruto de ello fue un montaje de “Lisístrata”, que el público asistente disfrutó las dos ocasiones en que se representó. A nadie ofendió,  ni hasta mí llegó la más mínima queja por el lenguaje en teoría obsceno empleado siguiendo el texto original.

            Nos ha tocado vivir tiempos revueltos, una involución que cada día da un pasito hacia atrás de manera casi imperceptible, pero continuada. Fruto de ello y como botón de muestra podemos presentar la cantidad cada día más frecuente de censuras artísticas, que alcanzan el objetivo o no,  pero que suponen un cercenamiento de la libertad de expresión y de creación, desconocido hace veinte o treinta años. El último ejemplo lo hemos vivido en Linares, durante la celebración de unos actos con motivo del Día de la Mujer y en los que una concejal asombrada por el vocabulario empleado por las actrices que representaban una vez más un fragmento de “Lisístrata”, hizo que se interrumpiese por el expreso deseo de la munícipe, al erigirse en juez de la moral  y considerando que la obra no era apropiada para el público asistente. Desconozco la labor de esta concejal en su área,  puede que incluso esté bien valorada y sea eficaz, aunque lo que he llegado a conocer de ella y su conocimiento cultural por los medios de comunicación no tiene buena pinta. ¿Qué autoridad creemos tener para detener un espectáculo ya seamos concejales, alcaldes o senadores?, ¿qué se puede considerar adecuado o coherente para el público?

            Durante años dirigí un festival de teatro en el que se ofrecían innovadoras y experimentales obras, en algunos casos con palabras malsonantes, desnudos, relaciones sexuales atrevidas, o críticas explícitas al poder establecido y a la jerarquía eclesial.  Entre las abonadas todos los años se encontraba un grupo de mujeres mayores, muy conservadoras,  con las que siempre me encantaba intercambiar opiniones después de los espectáculos. En algunos casos no estaban de acuerdo con lo mostrado, pero siempre fueron enormemente respetuosas. No ahorraban en crítica, tenían sus argumentos, pero entendían que el teatro era eso, teatro. Los demonios de cada uno eran otra cosa.


domingo, 16 de marzo de 2025

"NO HAY HUMOR? (Ideal,16-3-25)

 



No hay humor?

Manuel Molina

 

            Hace años el alcalde de Jerez, Pedro Pacheco,  declaró que la justicia española era “un cachondeo” y aquello le salió caro, pero en el ideario popular ha quedado como expresión recurrente. El sistema judicial en España en algunos aspectos hace agua por algunas razones demostradas en una tesis doctoral de alguien que conoce el sistema desde dentro como el juez Francisco Gutiérrez, defendida en 2016. Exponía en síntesis los siguientes males: la falta de uniformidad en criterios, la carencia de metas compartidas, el constante colapso y el estado deteriorado que genera descontento en todos: en los que gestionan desde los tribunales, en los que la sufren como empleados, y en los que la experimentan como ciudadanos. Presentados los hechos parece que años después no hemos avanzado en las soluciones y en el trabajo académico se apunta también un hecho curioso como que países europeos que invierten menos en justicia son más eficaces. Puede que influya el carácter litigante español ya sea por cuestiones políticas o de la ciudadanía en particular o de esos grupos que como práctica se dedican a denunciar todo lo que huela a lo contrario de lo que creen que debe suceder.

            Lo que sí resulta evidente entre las causas que se llevan a los tribunales es la falta de humor que está alcanzando nuestra sociedad paralela a la crispación. En este caso no se sabe exactamente si fue antes la gallina o el huevo. El humor ha cambiado con lo políticamente correcto y ha propiciado una sociedad más aburrida y enervada. No quiere decir esto que me convierta en un nostálgico de los chistes de Arévalo, Marianico “El Corto” o Fernando Esteso, de maricas, gangosos y palizas a la “Ramona Pechugona”. Hace escasos días un juez admitió a trámite una denuncia al cómico Quequé por una broma de, tal vez, de mal gusto (según crencias) sobre El valle de los Caídos; aunque sin perder de vista que se trata de un programa de humor. Pero fue de peor gusto la comparación malintencionada del propio juez con la Plaza Pedro Zerolo, dejando claro que había una preocupante intencionalidad ideológica en su palabra, por encima de su ejercicio judicial en ese instante. También debemos matizar que si la broma se presenta por un partido político que quiere dinamitar los cimientos de la democracia como propaganda política ya no es un chiste o gracieta, se trata de un asunto muy serio.

            Nuestra sociedad se supone q  ue ha progresado, pero ha sufrido un retroceso en la libertad de expresión, más que nada por la autocensura o la afición a la denuncia profesional de organizaciones ultra, que ven desechadas sus acusaciones en noventa y nueve de cada cien casos, pero muestran enorme satisfacción por ese uno por ciento logrado contra el mal que supone el humor. Cuesta aprender a reírse de uno mismo, pero resulta sanísimo y quien me conoce bien lo sabe, lo ejercito. Hagan chistes de sus meteduras de pata o fracasos; inténtenlo, mucho mejor que ir al juzgado.

domingo, 9 de marzo de 2025

"8 de marzo:más que mujeres" (Ideal, 9-3-25)

 

8 de marzo: más que mujeres.
Manuel Molina
Cada 8 de marzo, el mundo se viste de morado para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. No es una celebración vacía ni una fecha para felicitar a las mujeres sin más; es un recordatorio de la lucha por la igualdad y el reconocimiento de los derechos que, aún en pleno siglo XXI, siguen sin ser plenamente garantizados. La historia de esta fecha tiene raíces en las luchas obreras del siglo XIX y principios del XX. Un episodio clave ocurrió en 1908, con más de cien mujeres muertas, provocando que miles de trabajadores textiles se manifestaran en Nueva York exigiendo mejores condiciones laborales, reducción de la jornada y derecho al voto. Poco después, en 1910, la activista alemana Clara Zetkin propuso en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas la creación de un día para exigir igualdad de derechos. Desde entonces, el 8 de marzo ha sido un símbolo de resistencia y reivindicación.
Sin embargo, lo que comenzó como una protesta laboral pronto se convirtió en una causa global. En 1977, la ONU oficializó la fecha como el Día Internacional de la Mujer, reconociendo su importancia para la igualdad de género. Pero más allá del reconocimiento institucional, la lucha sigue viva en las calles y en las redes, donde cada año millones de voces exigen cambios reales. A pesar de los avances en derechos civiles y oportunidades, la desigualdad sigue siendo una realidad innegable. En muchos países, las mujeres aún ganan menos que los hombres por el mismo trabajo, sufren violencia de género en distintas formas y siguen siendo subrepresentadas en los espacios de poder. Como bien señaló Simone de Beauvoir: “No se nace mujer: se llega a serlo”, recordándonos que las barreras de género son impuestas por la sociedad y pueden ser derribadas con voluntad política y acción colectiva.
El 8 de marzo no es solo memoria, sino presente y futuro. Movimientos como #MeToo, Ni Una Menos y la marea verde en América Latina han demostrado que la lucha feminista sigue más vigente que nunca. Las mujeres ya no aceptan llamar ni resignarse a la injusticia. La socióloga Saskia Sassen advierte que “la lucha feminista no es un evento, sino un proceso”, y es precisamente este proceso el que debemos sostener y fortalecer. Este día nos recuerda que el feminismo no es solo una causa de las mujeres, sino de toda la sociedad. Un mundo más equitativo no solo beneficia a quienes han sido históricamente oprimidas, sino que construye sociedades más justas. Por ello, el 8 de marzo no es una fecha de flores y mensajes vacíos. Es un llamado a la acción, un recordatorio de que aún queda mucho por hacer y de que la lucha por la igualdad no se detiene en un solo día. Porque mientras exista una niña que no pueda acceder a la educación, una mujer que tema caminar sola por la calle o una trabajadora que gane menos por su género, el 8M seguirá siendo una necesidad de resistencia


lunes, 3 de marzo de 2025

"ANDALUCÍA" (Ideal 2-2-2025)

 

Andalucía

Manuel Molina

 

Andalucía, como cualquier otra parte del mundo, tiene luces y sombras. Entre las virtudes podemos señalar la alegría, la hospitalidad y el ingenio, que son innegables si uno es capaz de integrarse entre su gente. También tiene defectos, unos más reales y otros que navegan en lo tópico, como la falta de ambición y el conformismo, una vez puestas en duda la pereza, el hablar mal y el folklore estereotipado. Me paro a pensar qué tengo de suerte al vivir en esta tierra. Después de haber vivido y viajado por numerosos lugares considero que la luz, la claridad que acompaña al día y el azul que rodea la mayor parte de las horas me parecen las mejores razones para quedarse por estos lares, poder caminar por ellos y disfrutar su variedad con la mirada. Otra poderosa razón se asienta en que se hace mucha vida común, si se opta por ella, ya que suele haber un lugar para los de fuera, como señalaba Gerald Brenan: “En Andalucía, el forastero es siempre bienvenido”. Digamos que así se aprecia por la mayor parte de los andaluces y de ahí algo reseñable también como es su sentido de la solidaridad.

Pienso también qué pudiera cambiar y me viene  a la mente la falta de ambición, el conformismo que se ha generalizado en exceso. No sé si es un signo extendido del tiempo que vivimos. No quiere decir que no sea tierra laboriosa, de lo contrario las industrias y construcciones de zonas a las que contribuyó la mano de obra andaluza como la del País Vasco y Cataluña o en otro países como Francia, Suiza o Alemania no hubieran servido para que permanecieran allí trabajando años y años, vidas enteras, motivado entre otras razones por otra pequeña parte de andaluces, que retratara con maestría la escritura de Antonio Machado: “Por los cortijos dorados,/ donde el Guadalquivir se extiende,/ caballeros engalanados,/ su indolencia defienden”. Otro elemento que ahora me chirría en la vida andaluza se debe a la hipérbole en al que ha convertido la tradición y el folklore, más allá del tópico mencionado resulta ahora empalagoso el exceso y retorcimiento que se realiza públicamente en torno a imágenes procesionadas, romerías, carnavales y fiestas populares, convertidas en continuado bucle jaranero con sus rituales repetidos de forma mimética de cabo a rabo con una barrachapa como símbolo identitario y un argot grupal. Para alguien que asiste con escepticismo a su desarrollo parece la máxima explosión de un rococó infinito.

Pese a todo no vivimos mal. La vida trascurre y no debemos olvidar de donde venimos si echamos la vista atrás y recordamos la pobreza extendida, la falta de oportunidades, la reclusión de las mujeres a un ámbito doméstico y dependiente, los privilegios de los más afortunados y sus desprecios a la mayoría, la dureza y trabajo de sol a sol en campos y fábricas. Lo peor de Andalucía es que alguien añore eso y convenza a los descendientes de quienes lo sufrieron para que vuelva.  

 



"INFANCIAS EMBRIDADAS" (Ideal 29-6-25)

Infancias embridadas Manuel Molina              La infancia se convertía en verano en una casa semioscura de sol a sol, como escribe A...