lunes, 3 de noviembre de 2025

"Segundo carnaval" (Ideal, 2-11-25)

 

Segundo carnaval

Manuel Molina

 

           Paseo por mitad de un carnaval temático entre esqueletos, zombis y vampiros salidos de los bazares chinos, tiernos infantes y chavalillas acompañadas de sus madres, que muestran largos colmillos, falsas cicatrices, caras blancas y demudadas con ceras, portando calabazas de plástico llenas de caramelos, y entre risas repiten un mantra cacofónico, “truco o trato”. La invasión comenzó poco a poco, sin que se llegara a calibrar el nivel alcanzado ahora. Los días de santos y difuntos eran muy tristes,  como las tardes con cambio de hora y honrar a quienes se fueron tampoco es que sea la alegría de la huerta. Qué mejor alternativa que un infantilismo desbordante a la vez que un consumismo impetuoso. Comenzó en los colegios a la vez que en los grandes almacenes, para contagiar de simpleza una celebración en la que han caído como promotores maestros y maestras,  que acuden estos días a sus aulas disfrazados,  potenciado con las familias encantadas de echar un rato en familia jugando a los terrores,  también disfrazados, entre escaparates con falsas telas de araña.

           Escucho estos días las palabras terrorífico, sobrecogedor o aterrador, vaciadas de su sentido y domesticado su significado, banalizado y llevado incluso al otro extremo, a la mansedumbre de lo inocente. Quién lo diría. La muerte naif y el miedo suave despojados de su principio repelente, de su incomodidad, se transmutan en una bufonada compartida, en un disfraz tranquilizador y risueño. No es de extrañar. Nuestra pacata sociedad alimenta lo genérico y acomodado, llevándolo a lo ridículo aceptado, como si convertir un sanguinario personaje en la apariencia de un monologuista de El club de la comedia fuese un ideal, o en un mal actor del tren de la bruja. Todo es mentira y se acepta. La realidad de la muerte y el verdadero terror son feos, ásperos, desagradables, y no interesan, se eleva la necesidad de triturar todo como un potito para digerirlo sin ningún problema, una causa más para engordar la blandengue sociedad que no resistiría un nivel inicial de contacto con esos dos conceptos.

           Vivimos de espaldas a una cuestión tan ineludible como la muerte. Apuntábamos cómo se ha desvirtuado el concepto en los centros educativos y cuando algun docente se rebela ante la idiotez seguidista se le ponen palos en las ruedas. Conozco el caso de quien ha pretendido llevar a su alumnado a un cementerio para que aprendan sus pupilos sobre la cultura de la muerte, sus rituales, historia, arquitectura, urbanismo, sociología y ha encontrado la negativa de quienes dirigen el centro porque algunos padres y madres, no más de dos o tres, han considerado que sus blanditos retoños podrían sufrir un impacto indeseado al pisar suelo funerario, como si fuese algo contagioso. Eso sí, los censores han salido disfrazados a celebrar el nuevo carnaval, el segundo del año, que seguro tiene más de sandez que de aprendizaje y crecimiento personal. Nuestra sociedad es emocionalmente infantil, somos reacios a la aceptación de la cruda realidad, por eso gusta tanto este amansado carnaval.

 


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