Gurruchaga
Manuel Molina
Cuando llega la
calor de julio la música se vuelve protagonista en tierras de Jaén a través de Imagina
Funk, Etnosur o el BluesCazorla. Este último ha protagonizado una de las
ediciones más memorables, sigue siendo un misterio que una pequeña
localidad serrana de apenas siete mil habitantes se convierta en el mayor
festival de Blues de nuestro país. Ya van 29 ediciones de la música que
figuras como Robert Johnson elevaron como género de una sociedad machacada por
el simple hecho de tener una piel diferente. No me extraña que este vendiera su
alma al diablo, según cuenta la leyenda. Si quieren vivir una verdadera
emoción de muy buena música en directo no deberían perderse el próximo festival
de blues de Cazorla. De manera mucho más sencilla este fin de semana pasó
por tierras jaeneras, en concreto Alcalá la Real, el incombustible Javier
Gurruchaga con su Orquesta Mondragón. Sorprendente, quien tuvo retuvo con una
voz singular y privilegiada, con unos músicos extraordinarios
El hecho de
poder disfrutar su música en directo tenía el peligro de la nostalgia con la
que se acude de nuevo a un espectáculo que ya se disfrutara treinta años atrás. Sería fácil por parte
del protagonista entregarse a esa solución fácil para un directo y hacer
caja, pero por fortuna no fue el caso y quienes asistieron se
llevaron la grata sorpresa de volver a disfrutar un poderoso directo, lejos de
esas bazofias actuales camufladas con sonidos enlatados y autotune, que
saltan un machismo recalcitrante y casposo, que no imaginamos hubiera vuelto
con tanta vehemencia y falta de disimulo. Sí tuvo su parte de inevitable
nostalgia el hecho de acudir a disfrutar de la Orquesta Mondragón, porque
asaltan, si uno tira de ellos como ramilletes de cerezas, los
recuerdos de unos años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado con
un despliegue de libertad a la hora de crear y mostrar, impensables en los
momentos que estamos viviendo. Se imaginan hoy día, un programa
para niños en que lo mejor del pop inglés o los clásicos del rock americano
fueran protagonistas, que se ofrecieran guiños a grandes clásicos del
cine y de la literatura con una fresca irreverencia, donde el límite
estaba en la mente de cada uno, pues eso ocurrió en La bola de cristal, donde
colaboraba Gurruchaga, capaz de reírse hasta de su propia madre.
Si uno es consciente de que las
letras de la Orquesta Mondragón las escribían Joaquín Sabina, Luis Eduardo Aute
o el poeta Luis Alberto de Cuenca no debe extrañarnos que lo popular no esté reñido con la calidad. Se cantó una estribillo escrito por Aute, que proclamaba “parece que
anda suelto Belcebú, parece que nda suelto Satanás” y resulta inevitable pensar en una rima fácil
con Donald Trump, por poner un ejemplo. O una
versión de John Lennon, que anhela un
mundo sin religiones, sin
procesiones, en momentos donde se
justifican estas como turismo
(sic). Nuestra sociedad ha decidido
involucionar y en ello estamos.
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