domingo, 29 de junio de 2025

"INFANCIAS EMBRIDADAS" (Ideal 29-6-25)

Infancias embridadas

Manuel Molina

 

           La infancia se convertía en verano en una casa semioscura de sol a sol, como escribe Azahara Palomeque: “desde el canto de la chicharra al del grillo, aquí respirábamos entre sombras chinescas”. Esa etapa de la vida creo que se convierte en la verdadera patria, amantísima o repelente, de la que todo el resto puede que no alcance a ocupar más que una extensión que viene y va hacia ella. La llegada del verano en esa edad, al menos para mis coetáneos, suponía la liberación de los madrugones, de las clases, la oportunidad de leer sin prisas las aventuras de Julio Verne o Daniel Defoe, de recibir amistades o desplazarse hasta sus casas y maquinar inventivas. También había gozosas escapadas hacia espacios exteriores como el río en una pandilla de edades variadas, sin adultos, en la que unos cuidaban de otros. Fruto de un trabajo colaborativo y de la creatividad espontánea llegamos a crear una balsa de troncos y cuerdas que navegó una decena de metros. Era un tiempo donde, como escribió Juan Ramón Jiménez: “Tu cielo es todo risas,/ tu sol es todo calma”.

           Leo un  triste informe en sus conclusiones en que se refleja que la media de juego al aire libre de las criaturas menudas en nuestro país marca una irrisoria y preocupante cifra: tres horas. Ya saben que las medias estadísticas no reflejan del todo al individuo (uno come un pollo, otro ninguno y la media dice que medio pollo cada uno). Sin embargo, lo que queda reflejado es la preocupante situación con la que nuestra sociedad gestiona el tiempo libre de nuestra futura ciudadanía. Las causas no se deben simplificar y se presuponen, pero en el trasfondo quedan algunos factores determinantes: en las casas no hay nadie que pueda atenderlos a diario, de ahí que se imponga la necesidad de acudir a lugares donde se les “guarda”. Me dan pena aquellos niños y niñas que al día siguiente de las vacaciones deben volver al mismo lugar para “divertirse”, como recuerda Juan Gelman: “El niño está solo./ No juega./ No ríe./ No grita./ Sólo mira/ con los ojos tan grandes/ como el silencio.”

            No se libran ni en verano los diminutos infantes de las “obligatorias” actividades, que cambian de nombre como natación, animación o ludoteca, donde todo está dirigido y programado, donde la madre de todas las ciencias, que es el aburrimiento voluntario, desparece. Sigue el inglés que ya preconizaba Mª Elena Walsh en “El mundo del revés”: “que los gatos no hacen miau y dicen yes/ porque estudian mucho inglés”. No hay resguardo de sombras, pero la realidad impone su obligación silenciosa. Las estadísticas demuestran también un exponencial número de alteraciones de conductas a edades tempranas, pero a quién le puede extrañar con la forma de vida que nos arrastra. La mayor parte declara en una encuesta que no pediría como principal deseo un aparato digital o juguetes, sino tiempo para poder jugar con su padre o su madre. Tiempo y jugar con alguien cercano.


 

lunes, 16 de junio de 2025

"MÁS QUE PÍCAROS" (Ideal, 15-6-25)

 

Más que pícaros.

Manuel Molina

 

            En España la corrupción no es solo una lacra contemporánea, sino que proviene, para nuestra desgracia, de una tradición. No es casualidad que el género de la novela picaresca naciera aquí, ni que su máxima celebridad—el Lazarillo de Tormes— sea símbolo del ingenio al servicio de la supervivencia en una sociedad marcada por valores de inversión ética, que siguen muy vigentes: la hipocresía, y sobre todo, la doble moral característica de nuestro día a día, lo que se es y lo que se cree ser. Desfila por los tribunales una pléyade de políticos, familiares de políticos, empresarios y asesores implicados en tramas de todos los colores y con todos los colores, salvo el del sonrojo, que abarcan desde malversación de fondos públicos hasta tráfico de influencias y no podemos evitar preguntarnos: ¿hemos cambiado realmente desde el siglo XVII? ¿O seguimos atrapados en el mismo relato, solo que con trajes mejor cortados, cuentas opacas en paraísos fiscales o sobres de quinientos eurazos?

            Lázaro, el pícaro por excelencia, justificaba su astucia con palabras que resuenan todavía: "Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes,... y que siendo niño padecí mucha hambre y necesité aguzar el ingenio más que otros." El Lazarillo no robaba por codicia, sino por necesidad, y lo hacía en un mundo donde los poderosos abusaban sin rubor de los más débiles. ¿Qué son, entonces, los que hoy se apropian de lo público, no por hambre, sino por avidez insaciable? ¿Pícaros o simplemente ladrones revestidos de corbata? Supongo que ese matiz duele más en quienes ven apandar en siglas de la izquierda. La figura del pícaro evolucionó en obras como El Buscón de Quevedo, donde Don Pablos aspira a ascender socialmente, aunque fuese por medios fraudulentos. Ese es nuestro pícaro actual. Su obsesión por el estatus, por aparentar, por llegar a ser “alguien” sin mérito propio, parece un espejo de tantos personajes actuales que compran másteres, falsifican currículums o trafican  con influencias. "Y así anduve buscando mi vida, no por caminos rectos, sino por sendas torcidas, que son las más frecuentadas en este mundo." Pónganle nombre actual a esa reflexión quevedesca.

            Nuestra historia está llena de casos de corrupción, pero no solo de Lázaros luchando por sobrevivir, sino pudientes que se vieron enfangados en el “ansia” que diría José Mota. Baste recordar aquellos validos –lo que puede hacer una letra- como el Duque de Lerma, especialista en pelotazos urbanísticos moviendo la corte de sitio a donde ya había adquirido los edificios pertinentes. Ministros, dictadores, reyes y reinas, duques consortes, presidentes de diputaciones y comunidades han aumentado su patrimonio personal aprovechando de manera fraudulenta el cargo, cada uno en la medida de sus posibilidades. La ciudadanía asiste, entre la indignación y la resignación, al desfile de “listillos” que, como Pablos, desean enriquecerse "sin trabajar y con honra". Seguimos atrapados en el bucle histórico que convierte la literatura en profecía, como un  relato continuado en el que aparece después de cada episodio: “continuará…”. Porca miseria.




lunes, 9 de junio de 2025

"TEATRILLOS" (Ideal 8-6-25)

 

Teatrillo

Manuel Molina

 

           No sé si fue antes la gallina o el huevo, si los votantes nos dedicamos a elegir personas incapaces para la política o hemos realizado dejación y quienes estarían preparados para cargos de responsabilidad sienten repelencia hacia estos y así los menos preparados se alzan con las poltronas. Puede que en mitad actúe desde la sombra un poder que precisamente haya procurado tal situación porque lo beneficia. Viene la reflexión al hilo de los continuados teatrillos con que nos vemos sorprendidos, día sí y día también, por la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. En tal aspecto parece haber recogido el testigo del ínclito y prófugo Puigdemont, experto en escenificaciones baratas y chuscas. Ambos, aconsejados casi con pinganillo rememoran aquella figura ya desparecida del teatro, “el traspunte”, invisibilizado a los ojos de los espectadores tras una concha en el frontal del escenario, que iba recitando el texto y los intérpretes lo repetían sin ni siquiera la necesidad de aprenderlo.

           Hubo un tiempo en que se presuponía cierta intelectualidad en quienes accedían a la política como representantes públicos. Si uno repasara las personas que componían el parlamento durante la Segunda República y lo comparara con el actual, mal que le pese a Esperanza Aguirre, añorante y amartelada de dictaduras, se queda un tanto frío de apreciar la falta de preparación de algunas señorías que calientan asiento en él. Se hace extensible a gobiernos autonómicos, provinciales y locales en los cuales basta mostrar aprecio a unas siglas y paladines para sentarse en lugares de representación pública. En una parte considerable y cada vez más extendida de ellos se tiene el total convencimiento de que se ha alcanzado tal circunstancia más por apego y seguimiento que por un proceso democrático de elección y así las cuentas se rinden tan solo a la figura que lo encumbrara y círculo cercano que en la sombra ordena y manda.

           Un jefe de estado como el propio Manuel Azaña gustaba del teatro como espectador y como autor, incluso estrenando. No se mostraba afecto a la astracanada ni el costumbrismo jaranero y simplón, sino que sentía predilección por la alta comedia o los clásicos. Otro Jefe de Estado republicano como Alcalá-Zamora también era muy aficionado como asistente y crítico a las representaciones teatrales. Resulta una comparación inevitable la falta de preparación intelectual de la propia Ayuso para alcanzar un mínimo de entendimiento sobre un  teatro exigente o de cierta calidad. Desde su pinganillo metafórico recibe de sus traspuntes unas instrucciones y sin ningún arredro o rubor se lanza a la interpretación de sal gorda –en verdad no tiene dotes actorales- y enfangada en el ridículo interpretativo de baja estofa se nos presenta exultante, con esa extraña mirada que busca entre bambalinas la aprobación de los generadores del dictado, como una alumna de primaria en la fiesta fin de curso a su “seño”. Lo peor de todo es que resulta efectiva la bufonada y una parte  jalea a la intérprete. Seguiremos haciendo dejación y asistiendo a estos preocupantes teatrillos.


domingo, 1 de junio de 2025

"DE LA INDIFERENCIA" (Ideal, 1-6-25)

De la indiferencia

Manuel Molina

 

            En medio del intencionado ruido de las redes sociales, de los reptiles intereses geopolíticos y de la fatiga informativa provocada por la desinformación, el mundo asiste, impasible, a una tragedia humana de dimensiones devastadoras. Más de 50.000 palestinos han muerto —una cifra estremecedora, piensen que tiene caras— en la Franja de Gaza desde que se intensificó la ofensiva militar israelí en 2023. Y, sin embargo, como si de una sombra que se desvanece se tratara, la comunidad internacional apenas reacciona. La historia, dolorosamente cíclica, nos enfrenta a un espejo incómodo: la misma indiferencia global que permitió los horrores del Holocausto, que se repite ahora frente al sufrimiento palestino. No se trata de trivializar, ni de comparar de forma frívola tragedias. Pero sí de reconocer patrones. Cuando en los años treinta y cuarenta del siglo XX se supo del exterminio nazi, muchos gobiernos demoraron su respuesta, invocando la cautela diplomática o alegando falta de información fiable. Hoy, la tecnología nos hace testigos directos, en tiempo real, de la devastación en Gaza. ¿Cuál es entonces la excusa?

            La relatora especial de la ONU para los territorios palestinos ocupados, Francesca Albanese, ya había denunciado hace más de un año que “lo que está ocurriendo en Gaza constituye un genocidio en curso”. Su informe presentado en marzo de 2024 no deja lugar a dudas: uso desproporcionado de la fuerza, castigo colectivo, asedio total, ataques a infraestructuras civiles como hospitales y escuelas. Son crímenes tipificados por el derecho internacional. También Human Rights Watch ha documentado “violaciones sistemáticas del derecho humanitario”, mientras que Amnistía Internacional ha calificado las acciones israelíes como “crímenes de guerra”. El Tribunal Internacional de Justicia, en un fallo histórico, instó a Israel a tomar medidas inmediatas para prevenir el genocidio. Sin embargo, los bombardeos continúan, la ayuda humanitaria se bloquea y los muertos se acumulan, muchos de ellos mujeres y niños. Incluso chulean cantando en Eurovisión.

            Mientras tanto, los grandes medios internacionales mantienen un tratamiento ambiguo, cuando no directamente cómplice, utilizando un lenguaje edulcorado que invisibiliza al agresor y diluye la responsabilidad. Gobiernos poderosos, especialmente en Occidente, apelan al derecho a la defensa israelí mientras ignoran el principio de proporcionalidad y el derecho internacional humanitario. Condenar al gobierno de Netanyahu no implica estar a favor de Hamás, sino de la paz y la vida.

            No podemos callar. Como escribió el premio Nobel Elie Wiesel, superviviente del Holocausto: “Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario del arte no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la vida no es la muerte, es la indiferencia”. Esa indiferencia es hoy el verdadero crimen global. Insisto, no se trata de estar a favor o en contra de un estado, se trata de estar del lado de la dignidad humana. Lo que ocurre en Gaza, día tras día,  no es un conflicto: es una masacre. Y mirar hacia otro lado nos convierte, una vez más, en penosos indiferentes, en verdaderos cómplices silenciosos de la historia.

 


 

"CÓLERA, INDOLENCIA Y PROTESTA" (Ideal, 21-9-25)

  Cólera, indolencia y protesta Manuel Molina   En el último canto de la Ilíada se narra el momento en que el rey Príamo, padre de Héc...