"PUDRIDEMUNT" (Ideal, 11-8-2024)

Pudridemunt Manuel Molina />
La política aparece como elemento imprescindible en las tragedias escritas por Shakespeare, invitándonos a descorrer la cortina de la realidad visible para adentrarnos en las sombras del poder, donde ocurre lo verdaderamente importante como los propósitos maquiavélicos o las cuchilladas para quitar del medio. El vaivén que nos provoca el autor inglés toma como basamento esa fluctuación entre lo visible y lo oculto, que conforman la verdadera realidad de un escenario político. Presenciamos el jueves pasado un intento de revivir esos dramas, creyendo alguien ser intérprete de alta comedia, pero en realidad ha sido incapaz de superar el vodevil o la astracanada, salpimentado de un enorme esperpento que alcanza los primeros puestos del ridículo más infame en la historia reciente de la política española. En Julio César encontramos el origen de todo este desatino: "Los hombres son a veces dueños de sus destinos: la culpa, querido Bruto, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos, que consentimos en ser inferiores." Carles Puigdemont, el (poc) honorable expresidente de la Generalitat ha sido siempre un político de categoría inferior; sin embargo, se ha considerado superior al modo de Gekko en la película Wall Street (1987), quien a pesar de su poder, su falta de ética y su trato despiadado hacia los demás, lo convierten en un ejemplo de alguien que se cree por encima del resto, pero resulta ínfimo como persona en términos de valores y humanidad. Ha sido el traidor por antonomasia. Reconozcamos que la política no supone el mejor lugar para buscar amistades y que la traición se convierte en parte del proceso; ahora bien, hacer de esta el modus operandi imprime una radiografía del personaje. Traidor de medalla dejando en la cárcel a su socios, experto en cambiar de opinión de un minuto a otro, aunque suponga jugar con la ilusión acumulada de personas, cizañador de familias enteras en las que obró hasta sembrar una discordia desconocida hasta entonces; y sobre todo, generador de ultraderechismo, que agazapado y un tanto anestesiado logró activar sin máscara y con peligrosa salud. Todavía no salgo de mi asombro de la ridícula charlotada en la que convirtió su gesto de pisar suelo español, mancillando aún más el nombre de exiliado, que se autoapropia como bon vivant en Waterloo y ensuciando con sus comparaciones nombres de la historia que dieron la vida por la causa de la libertad, recordemos el consejo de Josep Tarradellas, verdadero ejemplo de exilio: “en política se puede hacer de todo, menos el ridículo”. Su última víctima ha sido la policía, a la que ha utilizado para hacer uno de los papeles más “torrentescos” que hemos apreciado en este país. Es más, ahora a esos mossos d`squadra les queda camino para redimirse y recobrar credibilidad, como al resto de víctimas que va dejando este personajucho, fruta podrida que pudre al resto que toca. Espereremos que esta mamarrachada de fantasmón sea un canto de cisne y por fin, haya quedado como lo que es, un tipejo dañino, un pudridor.

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