miércoles, 16 de octubre de 2013

LA NIÑATA Y SU ABUELA DIDACTA.

Le escocía la mejilla con un ardor que iba y venía como si escogiese una vena y la recorriese con un poco de fuego varias veces en distintas direcciones. No esperaba eso de su abuela. A Vanessa Riela le preguntó la madre de su madre por el instituto. Ella no lo pensó y le contestó con desgana mientras miraba la pantalla del móvil y explotaba una pompa rosada de chicle que no iba muy bien, que le habían quedado varias asignaturas. La abuela mientras seguía enfrascada en su costura y sin alzar la vista requirió más concreción en la respuesta con una interrogación muy simple : ¿cuántas? Vanessa no tuvo reparo en indicar la cifra solicitada: siete. ¿La lengua? Sí. Entonces vino la bofetada con el revés de la mano. Airada y fuera de sí como nunca la había visto la abuela le recriminó los suspensos, le recriminó estar todo el día pendiente del móvil y de un niñato que se cree que por tener una moto y una cara bonita se va a comer el mundo. Hay niñatos de todas las edades pero elígelos cuando te salga a ti y no cuando ellos quieran, idiota. Mira mi desastre aprendiendo a leer y a escribir con casi sesenta años y las manos gastadas de coser y agacharme para recoger frutos debajo de los árboles cuando más frío hace. Si tus padres no saben educarte lo haré yo. La lengua no se suspende mientras yo viva. Eso fue lo último que le gritó.

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