Asfalto vs Vida
Manuel Molina
El rugido constante del tráfico y el
gris omnipresente del asfalto se han convertido en la banda sonora y el paisaje
de muchas de nuestras poblaciones. La progresiva eliminación de zonas verdes y
la consecuente falta de suelo vegetal, sustituido implacablemente por cemento y
asfalto, no es solo una cuestión estética, sino un problema de salud pública y
sostenibilidad que exige una reflexión. Los espacios verdes urbanos pueden aportar enormes
beneficios al barrio y a la comunidad al mejorar la salud, el bienestar social
y el disfrute del medio ambiente. Su importante papel se reconoce tanto en el
carácter como en la vida que aportan, pero para visualizarlo mejor enumeraremos
las principales ventajas de tales espacios: beneficio ecológico, manteniendo la
biodiversidad, conservación de especies, calidad del agua y alivio visual;
beneficio económico, regulando la temperatura al enfriar el aire; beneficio
sociopsicológico, mejorando a quienes viven cerca de estos lugares como esparcimiento,
ocio o deporte. Pese a todo ello el 55% de ciudades españolas carece de zonas
verdes adecuadas.
La falta de suelo vegetal tiene
consecuencias devastadoras. En primer lugar, agrava el efecto "isla de
calor" urbano. El asfalto y el cemento absorben y retienen el calor solar
en mayor medida que la vegetación, elevando las temperaturas en las ciudades y
generando un microclima hostil, especialmente durante los meses de verano. Como
señala la Organización Mundial de la Salud (OMS), "los espacios verdes son
un recurso indispensable para lograr una salud sostenible en las zonas
urbanas". Se promueve cada día más con preocupación que parques, jardines y espacios naturales sean
sacrificados en aras de la expansión urbana, la construcción de infraestructuras
y la priorización del uso privado, que beneficia a unos pocos y obvia a muchos.
Este proceso, que se ha acelerado en las últimas décadas, nos está alejando
cada vez más de la naturaleza y de los beneficios que esta nos proporciona,
apostando por políticas agresivas de urbanismo donde prima el asfalto y el
ladrillo.
Aportemos algo más desde el punto de
vista científico, como el caso de que la ausencia de vegetación disminuye la
capacidad de absorción de agua de lluvia, incrementando el riesgo de inundaciones
y la erosión del suelo. Los árboles y las plantas actúan como esponjas
naturales, absorbiendo el agua y previniendo escorrentías que pueden saturar
los sistemas de drenaje urbanos. Y aún más, la falta de contacto con la
naturaleza a diario tiene un impacto directo en nuestra salud física y mental.
Numerosos estudios han demostrado que el acceso a espacios verdes reduce el
estrés, mejora el estado de ánimo, fortalece el sistema inmunológico y fomenta
la actividad física. Como se menciona en un artículo de ISGlobal, "las
ciudades deben centrarse en recuperar suelo urbano para los espacios verdes”.
No sé qué se siente cuando se decreta la tala indiscriminada de árboles y la
eliminación de vegetación para cambiarlo por asfalto y ladrillo. Supongo que si
alguien lo llama arboricidio tendrá la razón, aunque quiednes ejecutan quieran
argumentarlo como “progreso”. Por mi parte, intento plantar árboles.