lunes, 7 de noviembre de 2022

INSOMNIO (IDEAL 6-11-2022)

Insomnio Manuel Molina Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cuarenta por ciento de la población mundial no duerme bien o sufre algún tipo de trastorno del sueño, siendo el más habitual el insomnio. Centrados en nuestro país, en otro estudio, el personal declara en un setenta por ciento que la calidad de su descanso es regular o mala. La sociedad española de Neurología apunta también datos del año pasado, entre un diez y un quince por ciento de la población sufre insomnio crónico y entre un veinticinco y treinta y cinco, transitorio. Alguien podría pensar que si la falta de sueño fuese iridiscente la piel de toro estaría iluminada por las noches. Este problema nos lleva a otro de manera directa, para poder dormir acudimos a los fármacos. Nuestra vida ya es más de lo preconizado metafóricamente por Calderón de la Barca y al sueño hay que añadirle la química. Nuestras noches tienen el sabor del diazepam o la melatonina. En la incapacidad para dormir el cuerpo va por un lado y la cabeza por otro. Cuando el cansancio diario aprieta el cuerpo siente la necesidad de echarse en brazos de Morfeo, como decían antes, pero la cabeza tiene un runrún que lo impide. El estrés suele ofrecerse como principal causa del mantenimiento de ojos como platos y vueltas en la cama. Tal vez la mayor parte de nuestra población tiene demasiados problemas o es más infeliz de lo que creemos. Ojo, consideramos que la gente feliz duerme bien. Nunca antes hubo tanta fiesta, pero parece que no la disfrutamos, que tan solo es una apariencia, porque tras ella no se pega ojo. Seguimos siendo herederos, dicen los antropólogos, de la respuesta evolutiva al peligroso entorno nocturno de la jungla. Flaubert, Proust o Kafka fueron insomnes y su adversidad se convirtió en creación. Esta se muestra llena de personajes que no concilian el sueño como los Macbeth después de haberse cargado al rey Duncan o el máximo representante, de claro en claro y de turbio en turbio perdiendo la sesera, como Don Quijote. Dos insomnes que pueden ser tal vez entendidos por tal circunstancia pueden ser Margaret Thatcher, acostumbrada a unas cuatro horas y de quien se cuenta que esperaba noticias durante el conflicto de las Malvinas, entre claro y turbio, entre whisky con soda, antes del amanecer o el ignominioso Caligula, que la superaba en una hora. Aunque no solo dormimos poco, sino que también lo hacemos mal. Tal vez nuestro empeño de cenar a las once y acostarnos después tenga que ver algo o la sensación de que no hacemos lo que querríamos, que nos espera cada noche al borde de la cama como perro fiel. Y no digamos si en verdad nos acongoja una verdadera necesidad o una pérdida. No obstante, como cantaba Leonard Cohen, hay una grieta en todo y así es como entra la luz. Y aun así pienso que al sur podemos cerrar las cortinas y refugiarnos un poco, en el norte no hay cortinas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario