domingo, 29 de enero de 2023

"MÁS QUE ENSEÑAR" (Ideal 29-1-23)

En nuestra vida seguro que si realizamos el ejercicio de recordar personas que nos marcaron encontramos algún maestro o maestra. La labor docente contiene algo extraordinario y radica en que junto a unos conocimientos sobre materias variadas más o menos ilusionantes o incomprensibles sobresale alguien que nos emocionó de alguna manera y prendió algo que nos acompaña durante toda nuestra existencia. No se sabe a ciencia cierta qué pudiera ser ese resorte con el cual se activa una querencia a los libros, a las fórmulas matemáticas, al amor por los animales, a destripar un ordenador o simplemente a mirar la vida de un nuevo modo, desde una perspectiva desconocida hasta ese momento. Tal vez el fruto provenga de una semilla que se ahondó en infantil y fue regada y abonada en primaria y creciera en secundaria sin que tuviera un nombre propio, sino el esfuerzo continuado de quienes tras los progenitores más horas pasan con nosotros, a veces, incluso más. Han coincidido dos relevantes hechos de justicia poética en torno a los maestros y maestras. La misma semana que se inauguraba una plaza en Jaén destinada a estas personas, así de forma genérica, y en particular con el foco en José Román, maestro preterido que fuera por su ejercicio en el que no se distinguía el espacio entre el maestro y la persona, con una forma de vida que irradiaba desde la docencia la mecha del conocimiento y la solidaridad, binomio tan básico del que es fácil objetar en nuestros días. En la misma semana, el escritor ubetense Antonio Muñoz Molina se reunía muchos años después en un instituto cordobés con su maestro de primaria, don Luis Molina, de quien llegó a decir que «marcó con toda claridad el rumbo se mi vida» y a quien abiertamente considera clave a la hora de seguir sus estudios cuando su destino era la huerta familiar. El propio autor nos dejó una sentencia clarividente que podría fijarse en la entrada de un centro docente: «una escuela y un instituto te hacen ciudadano». Mi caso puede semejar al del escritor porque mi destino era el campo, un peón más. Pero alguna maestra y alguna profesora, entre otros, estuvieron en los momentos claves para ofrecer las palabras precisas que operaban ese extraño mecanismo de la influencia y una madre analfabeta hasta los sesenta, pero de gran inteligencia y creatividad, operaron para sumar el resto. Siempre me he preguntado por esa especie de extraño azar que opera para que seamos tocados por la buenaventura de quien ejerce el magisterio, pero también es cierto que existen quienes se muestran propensos con su convencimiento y afán, con su implicación en que algunas vidas giren hacia la oportunidad, hacia el conocimiento de las propias posibilidades que puedan desasir a un Ulises amarrado al destino contrario o parar la pesada piedra de Sísifo y su condena, para transitar por la vida con el poder de la elección. Queridos maestros, queridos maestras, que os implicáis, muchísimas gracias.

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