sábado, 30 de enero de 2016

EL TEATRO Y LA ESCUELA (Ideal, 24-1-16)

Teatro y escuela
Manuel Molina

He recibido con alegría una noticia de un curso de formación realizado en el CEP Linares-Andújar en la que el profesorado ha demostrado interés por el teatro, como un medio para conseguir objetivos que se trasladan directamente al alumnado. La actriz de la tierra Rosario Pardo, entre otros, participó en la actividad, tal vez para darle el realce necesario. Me parece estupendo que lo que ningún plan oficial contempla se convierta en una necesidad demandada por los docentes, y por extensión, amparada por un Centro del profesorado.
El teatro ha estado ligado desde siempre a la enseñanza, sobre todo a partir de la Edad Media, y el término bimembre “teatro escolar” unió durante mucho tiempo el aprendizaje a través de diálogos que en nuestro país quedaron reflejados en obras como La Celestina, pasando por el valor que los ilustrados le otorgaron como medio para la enseñanza de valores, véase el caso de las Escuelas Pías o los Jesuitas, por ejemplo, o ya en el siglo XIX cuando se insiste en la separación de teatro escolar frente a teatro infantil como dos conceptos totalmente distintos aunque coincidentes por analogía. El siglo XX será el del empujón definitivo para que las puertas del aula y, ojo, de los teatros de los centros  se abran para que este sea considerado un elemento más de la educación. A ello contribuyó en gran manera el método de la Institución Libre de Enseñanza y las Misiones pedagógicas que circularon por los caminos españoles más recónditos llevando el teatro por primera vez donde no llegaba Tal vez en los ochenta llegó el momento más álgido cuando alcanza en los centros la categoría de materia y se le reserva horario lectivo, abandonando el relegado o casi boya de salvación que supone la consideración de actividad extraescolar. Luego fue perdiendo terreno hasta quedar como una especie de sucedáneo o pequeño lustre que se activa con importancia cuando algún docente dedica parte de su tiempo libre o un centro cree que alguna hora de su cargado curriculum puede ser de “provecho” para la ocupación teatral.

Todos los años dedicados a la enseñanza he realizado alguna actividad teatral aunque los contenidos del curriculum oficial no lo integraran. Busqué siempre un vericueto o un cambio para que apareciese la interpretación con un lugar destacado en mi método de enseñanza. Nadie nunca me recriminó nada puesto que siempre estaba justificado. Y ahora pese a no ser materia creo que se presenta la mejor oportunidad de trabajar el teatro escolar en las aulas puesto que el aprendizaje colaborativo, por tareas, integrado (¿no es eso el teatro?) lo integran. Si uno realiza el ejercicio de pensar en las distintas competencias para el desarrollo de curriculum y de forma paralela discurre cómo integrarlas en un montaje teatral se dará cuenta que no solamente caben todas de manera holgada sino que se combinan con elementos transversales de calado como el respeto, la solidaridad, el autocontrol y tantas otras de las cuales destacaría la creatividad. Así pues, busquemos hueco para Talía y recordemos como nos señala Asja Laclis que todo el programa de la escuela se puede enseñar en forma teatral.

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