sábado, 26 de diciembre de 2015

SERGIO DE LOPE. A NIGHT IN UTRERA

Me gusta el título, dí que sí que esto es el siglo XXI, con sus luces y sus sombras pero como los de Alicante, ya se sabe. En mi casa se escuchaba al mediodía un radio casette antiguo con ruido trasplantado del vinilo y allí cantaban Pepe Marchena o Fosforito. Mi padre se tomaba una copa de vino oyendo cantes antiguos, yo los guardo todos. No le gustaban los cantaores que berreaban, por eso no era devoto de Camarón. Quiero decir que este disco de Sergio de Lope, joven talento, le hubiese desconcertado porque responde a ese prejuicio y los bajos eléctricos se amortiguarían, según él, con la dulzura de la flauta, tal vez sería mi esperanza para convencerlo. Aunque odiaba las bulerías le hubiese prestado atención de alguna manera, porque se aprecia que la protagonista es una dulce o guerrillera travesera y lo envuelven un piano, que a veces martillea junto a la percusión, las palmas y a veces, oh mores, la guitarra. Él que era de guitarra y cante y yo ahora disfrutando cada vez más del flamenco que no es eso, ni guitarra, ni cante. Por eso me gusta María Toledo o Dorantes. Tal vez no hubiésemos ido juntos a un encuentro flamenco, ni a la peña ni a una plaza de toros (donde no matan toros). Cada uno su sitio, lo nuevo y lo viejo, la eterna dicotomía desde los griegos. Pero si hubiésemos ido a un concierto de Sergio de Lope los dos disfrutaríamos porque ha sabido conjugar en su trabajo discográfico en directo lo que me gusta a mí y lo que le gustaba a él. Echaría pestes de los ritmos latinos o el jazz pero me daría la razón en que hoy día Pepe Marchena no tendría dónde actuar, salvo para unos frikis o algo importante como modelo aprender y luego destruir, matar al padre que aconsejaba Freud, eso sí, en sentido figurado. 
Un día un amigo me convenció de que Juan Ramón Jiménez era un revolucionario porque llevó el arte a lo más alto y me puntualizó que cuando un joven se decanta por el arte algo revoluciona, tal vez el borreguismo y la repetición del insustancial dejarse llevar. Por eso me gusta lo que hace Sergio, saltimbamqui flamenco sin red; por el riesgo que supone evolucionar y pretender mostrarlo en el café Berlín de Madrid, en estado comatoso como local -qué sufrimiento- o en el Teatro Victoria con la hinchada local. Aprecio el inconformismo de Sergio en no acomodarse en lo de figura local y exponerse sin parapetos en escenarios donde no se conocen a tus padres o tus primos, es decir, se siente artista y echa el resto. Ahora tiene un pasaporte o un salvoconducto en forma de disco, mire usted este soy yo, que podría decir; y matizar"voy palante". Qué responsabilidad. Suerte.

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