martes, 8 de octubre de 2024

"CUCHILLOS DE ODIO" (IDEAL, 6-10-24)

Cuchillos de odio
Manuel Molina
El doce de agosto de hace dos años, Salman Rushdie, el autor británico-indio, fue apuñalado en un evento literario en Nueva York. Ocurrió cuando estaba a punto de comenzar una conferencia en la Chautauqua Institution, que paradojas de la vida, presta asistencia y alojamiento a autores amenazados por sus escritos en distintos países. Un joven armado subió al escenario y lo apuñaló repetidamente, hiriéndolo de gravedad en mano, ojo, cuello y abdomen. Rushdie fue trasladado al hospital en estado crítico, y aunque sobrevivió, quedó con secuelas físicas graves, incluida la pérdida de visión en un ojo. El incidente reavivó la discusión sobre la libertad de expresión y los riesgos que enfrentan los escritores y artistas que desafiaban las normas religiosas y culturales. A pesar de la brutalidad del ataque, el autor sigue siendo un símbolo de resistencia frente a la censura y la violencia. A Rushdie se le recuerda por la fatua que lo condenó a ser perseguido de por vida. El artífice del intento de asesinato no había leído más allá de dos páginas del autor. Ahora lo relata en un obra, Cuchillo, un libro que impacta, imaginando el encuentro con su agresor y, a través de una conversación ficcional y tratando de comprender el origen de tanto odio. La inquina es una emoción intensa y compleja que involucra múltiples áreas del cerebro y redes neuronales. Cuando una persona experimenta esa sensación, varias partes del cerebro se activan y los procesos neuroquímicos y emocionales se ponen en marcha. Entre ellas actúa de manera relevante el sistema de recompensa, en algunas zonas, las mismas áreas que se activan con emociones como el amor. Esto sugiere que, en algunos casos, el odio puede generar una sensación de "placer" o satisfacción, lo cual puede explicar por qué algunas personas se aferran a emociones negativas y las refuerzan con el tiempo. Podemos aportar algo más de los cerebros cuando se alimentan con odio, ya que este está basado a menudo en prejuicios y se alimenta de la necesidad de mantener una narrativa mental que justifique por qué alguien o algo se considera inferior o peligroso. En todo el proceso descrito está la reacción a una página en una pantalla y su reproducción sin que haya mediado un mínimo entendimiento, así que prejuicio y satisfacción se alían para que un bulo vaya de mano en mano, de perfil en perfil. Odiar es una emoción muy poderosa que moviliza múltiples áreas del cerebro, desde las estructuras más primitivas como la amígdala y el hipotálamo, hasta regiones más avanzadas como la corteza prefrontal, que regula el comportamiento; aunque puede ofrecer una sensación temporal de control o satisfacción, pero tiene el potencial de dañar la salud mental y física o ser un indicio de ello. El filósofo Eric Hoffer lo estudió en colectividades y llegó a la conclusión de que es el agente unificador más accesible y completo. Los movimientos de masas pueden levantarse sin creer en un Dios, pero nunca sin creer en un demonio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario