lunes, 30 de octubre de 2023

"LA REVOLUCIÓN DE LEER Y PASEAR" (Ideal, 29-10-23)

La revolución de leer y pasear Manuel Molina La cultura desempeña un papel fundamental en la sociedad actual, ya que enriquece nuestras vidas, nos conecta con nuestra historia y con quienes nos rodean e incluso moldea nuestra identidad colectiva generalmente para bien, aunque el mal, que nunca descansa, también hace sus apariciones. El renombrado antropólogo Franz Boas nos dejó un planteamiento para considerar: "la cultura es para el ser humano lo que es el agua para el pez". Esta metáfora destaca nuestra inmersión constante en el entorno cultural, que influye en nuestras creencias, valores, comportamientos y perspectivas. Asisto con interés a un encuentro con el comprometido editor Joaquín Recio y el escritor Isaac Rosa que hablan sobre revolución y literatura en la sociedad actual. Pese a que se planteara, por ejemplo, que la saturación de distopías nos incita a pensar que no hay un futuro mejorable, he logrado salir del evento con optimismo después de escuchar que en las peores catástrofes surge lo mejor del ser humano. Se apuntaron evidencias como las recogidas por la escritora americana Rebecca Solnit en EE.UU, donde sin embargo, lo noticiable era la bajeza humana, mínima en proporción a la actitud solidaria de la mayoría. Para el pesimista Voltaire el optimismo era la locura de insistir en que todo está bien cuando en realidad estamos sufriendo. Sería difícil levantarse de la cama para ir al trabajo con ese mantra, lo mismo que en el otro extremo los crecepelos modernos, los libros de autoayuda, incitan para quedarnos también en la cama después de pegar un salto con la propuesta de que nos espera un día irrepetible, lleno de posibilidades y alegría, mientras la opción de la otra parte del cerebro echa mano de Chiquito de la Calzada: “no puedo, no puedo”. La literatura intenta, en teoría, hacernos seres más informados y esa circunstancia se puede conseguir o no dependiendo de las opciones que tomenos a la hora de elegir nuestras lecturas, salvo que nos dediquemos a seguir la consigna neocapitalista de escribir lo que me ha pasado, como a tantas personas. Podemos elegir literatura fácil -servidor iba al quiosco ambulante en sus inicios lectores a cambiar novela de Marcial Lafuente Estefanía- o ahondar en un poquito de inquietud y aprendizaje. De una buena novela histórica o una negra se puede aprender mucho de nuestro presente. Y pienso qué sería revolucionario, que mejorase el mundo a través de la literatura y encuentro mucha dificultad para alcanzar una propuesta. No se trataría de títulos, ni géneros, ni tan siquiera autores. En un mundo dominado por las máquinas rectangulares luminosas, la televisión anestésica y la trivialidad me planteo poder hacer algo que tenga la novedad suficiente, que tenga en cuenta algo bueno para aportar a la sociedad y mejorarla. Se me van agotando las ideas, las propuestas y finalmente decido salir de casa sin rumbo con un libro de una conocida, que me está gustando, atravieso algunas calles, llego a una plaza y me siento a leer en un banco.

domingo, 22 de octubre de 2023

"HUELE A PASADO" (Ideal 22-10-23)

Huele a pasado Manuel Molina Hasta hace unos años creía e incluso me entregaba a la esperanza de que en nuestro país se creciera hacia una sociedad más avanzada, más permisiva y con libertades consolidadas. Nací en el llamado “baby boom” de los sesenta, cuando la dictadura de Franco, desde dentro, se daba cuenta que era mejor cambiar algo que perecer por agotamiento y vejez. Se insufló un poco de cambio y se inventó la Transición. Años convulsos donde no se sabía exactamente hacia qué lugar giraba la nave. Supongo –perdonarán mi escepticismo histórico- que por muchas carreras, algaradas y manifestaciones al poder de facto le resbalaban y si este no hubiera querido soltar un poco de aire democrático no hubiésemos alcanzado una forma de vivir bajo una constitución. El jefe del estado sigue siendo hereditario, la banca y órganos judiciales siguen teniendo muchos apellidos compuestos, aunque la mayoría de la población, eso sí, es más feliz pese a que un cuarenta por ciento declare vivir empastillado. Viví unos cambios optimistas en mi adolescencia y aquella gente que vagabundeaba por la vida con ropas gastadas, hambre en las arrugas y mocos colgando mejoró y alcanzó en parte un peldaño de progreso y dignidad con ayudas y sobre todo oportunidades. Algunos dejaron de irse a las fábricas suizas, francesas o alemanas y se compraron hasta un televisor a plazos. La mano de obra casi regalada se fue mejorando y poco a poco sus cubiles se volvieron habitables, se comía con más variedad y la chiquillería estudiaba incluso para alcanzar mejoría social una generación después, fruto del esfuerzo becado que permitía acceso a la universidad. No todo fue un jardín de rosas porque a la vez que se disfrutaba en los ochenta de una libertad inusitada y casi sin límites se vio contrarrestada con la expansión de la droga que arrasaba con las figuras envenenadas y consumidas vestidas con un chándal varias tallas más grandes para el escaso cuerpo que sostenía. Las mejoras sociales y logros en libertades vinieron acompañados de un despegue de la tradición, que durante tantos años oprimía a su gusto y mandaba el rebaño. No creo que deba a estas alturas señalar quiénes ejercían ese poder individual, familiar y grupal, que se vieron sorprendidos por el hecho de que la gente, sobre todo los jóvenes, vivían más entusiasmados con la novedad y las ansias de vivir que en reproducir el mundo rancio que había dominado a sus mayores. Fue un espejismo, un tránsito fugaz, si comparamos aquello con lo coetáneo. Los hijos de quienes crecieron con aires de libertad y de cambio han sufrido un retorno nietzscheano, ahora se han clonado en la parsimonia y desidia, en lo repetitivo y vacuo, adorando por las calles al becerro de oro que resurge atractivo porque se ha vestido de fiesta y falsa sensación de que las cosas son así, porque siempre han sido así y deben seguir así. Y han encontrado en su tradicional carrera hacia atrás el consuelo presente.

domingo, 15 de octubre de 2023

"GANAR A LA BANCA" (Ideal, 15-10-23)

Ganar a la banca Manuel Molina Cuando uno piensa en el dicho popular de que “la banca siempre gana” no puede por menos que sentirse pequeño, un liliputense ante un Gulliver enorme con el cual resulta inútil cualquier intento de plantarle cara ante su envergadura. Pero uno –con una impronta quijotesca- también recuerda que un pequeño David venció a un gigante Goliat. Todo ello en lucha interna ante la injusticia que supone que un banco te haya cobrado algo que no debería y que con tanto esfuerzo te cuesta obtener. La banca se aprovecha de su poderío y de la tibieza de los gobiernos para chulearnos. No abona lo que debiera por ley, limita sus servicios a lo mínimo rayando en lo amoral como cuando deja excluidas a personas mayores que fueron sustento durante tantos años con sus ahorros, atiza comisiones desmedidas por tareas que realizamos los propios usuarios, deja a los pies de los leones a los empleados que tienen que lidiar con los abusos provenientes desde arriba. Y habría mucho más. Por eso, después de nueve largos años de pleitos y ninguneos haber ganado un juicio a un gran banco sabe a gloria. Recordemos algunos datos interesantes. Los grandes bancos españoles -- Banco Santander, BBVA, CaixaBank, Bankinter, Banco Sabadell y Unicaja Banco-- han registrado unas ganancias agregadas de 12.385 millones de euros en el primer semestre de este año, cifra que se eleva en un 20,7% más de beneficios respecto al mismo periodo de 2022, según cifras recopiladas por Europa Press. Otro más: el coste para el Estado del “rescate” bancario se eleva a 101.500 millones de euros y de ellos, según el Banco de España, tan solo se recuperará un 14%, unos 9.500 millones. Esas son las cartas de presentación para saber con quién te la juegas. El principio fue un intento amistoso ante la dirección del banco. Hubo una sentencia que había creado jurisprudencia y daba la razón a los usuarios por las cláusulas abusivas de las hipotecas. Con buenas palabras te despachan y te muestran la puerta de salida. Insistes y el tono cada vez es más frío dejando claro que por las buenas, nanay. Pues habrá que denunciar, pues denuncia. Acudes a un bufete de abogados y muestras la situación de indefensión en que te encuentras. No te garantizan que salga bien la denuncia porque depende del juzgado que lleve el caso y los cambios legislativos. Te planteas una pregunta esencial: ¿existe posibilidad de ganar aunque sea un solo euro al banco? La respuesta es afirmativa. Durante nueve años, con sus meses y días recibes buenas noticias porque cada vez se suman más sentencias favorables y el máximo tribunal europeo da la razón a los demandantes, aunque te frenan las inclinaciones de distintos gobiernos situados al lado de la banca. Te ningunean ni siquiera acudiendo a varios actos de conciliación en los juzgados. Pasa el tiempo (mucho) y te planteas abandonar, al final se hace justicia, ganas. Pero cuántos liliputienses se han quedado en el camino.