Teatro
y escuela
Manuel Molina
He recibido con alegría una
noticia de un curso de formación realizado en el CEP Linares-Andújar en la que
el profesorado ha demostrado interés por el teatro, como un medio para
conseguir objetivos que se trasladan directamente al alumnado. La actriz de la
tierra Rosario Pardo, entre otros, participó en la actividad, tal vez para
darle el realce necesario. Me parece estupendo que lo que ningún plan oficial
contempla se convierta en una necesidad demandada por los docentes, y por
extensión, amparada por un Centro del profesorado.
El teatro ha estado ligado desde
siempre a la enseñanza, sobre todo a partir de la Edad Media, y el término
bimembre “teatro escolar” unió durante mucho tiempo el aprendizaje a través de
diálogos que en nuestro país quedaron reflejados en obras como La Celestina,
pasando por el valor que los ilustrados le otorgaron como medio para la
enseñanza de valores, véase el caso de las Escuelas Pías o los Jesuitas, por
ejemplo, o ya en el siglo XIX cuando se insiste en la separación de teatro
escolar frente a teatro infantil como dos conceptos totalmente distintos aunque
coincidentes por analogía. El siglo XX será el del empujón definitivo para que
las puertas del aula y, ojo, de los teatros de los centros se abran para que este sea considerado un
elemento más de la educación. A ello contribuyó en gran manera el método de la
Institución Libre de Enseñanza y las Misiones pedagógicas que circularon por
los caminos españoles más recónditos llevando el teatro por primera vez donde
no llegaba Tal vez en los ochenta llegó el momento más álgido cuando alcanza en
los centros la categoría de materia y se le reserva horario lectivo,
abandonando el relegado o casi boya de salvación que supone la consideración de
actividad extraescolar. Luego fue perdiendo terreno hasta quedar como una
especie de sucedáneo o pequeño lustre que se activa con importancia cuando
algún docente dedica parte de su tiempo libre o un centro cree que alguna hora
de su cargado curriculum puede ser de “provecho” para la ocupación teatral.
Todos los años dedicados a la
enseñanza he realizado alguna actividad teatral aunque los contenidos del
curriculum oficial no lo integraran. Busqué siempre un vericueto o un cambio
para que apareciese la interpretación con un lugar destacado en mi método de
enseñanza. Nadie nunca me recriminó nada puesto que siempre estaba justificado.
Y ahora pese a no ser materia creo que se presenta la mejor oportunidad de
trabajar el teatro escolar en las aulas puesto que el aprendizaje colaborativo,
por tareas, integrado (¿no es eso el teatro?) lo integran. Si uno realiza el
ejercicio de pensar en las distintas competencias para el desarrollo de
curriculum y de forma paralela discurre cómo integrarlas en un montaje teatral
se dará cuenta que no solamente caben todas de manera holgada sino que se
combinan con elementos transversales de calado como el respeto, la solidaridad,
el autocontrol y tantas otras de las cuales destacaría la creatividad. Así
pues, busquemos hueco para Talía y recordemos como nos señala Asja Laclis que
todo el programa de la escuela se puede enseñar en forma teatral.