domingo, 21 de enero de 2024

"EL BECERRO DE ORO" (Ideal, 21-1-24)

El becerro de oro Manuel Molina Hace unos días mantenía una charla con futuros docentes de secundaria y en un momento determinado derivamos hacia la situación que vive la enseñanza en nuestro país. Prácticamente todos consideraban que su situación era preocupante por mala. Insistí en que la enseñanza no era un territorio ajeno a la realidad sino que conformaba parte de ella y lo que ocurre fuera de las aulas se traslada a ellas de manera permeable convirtiéndose en un reflejo. La abulia, apatía y menosprecio por el esfuerzo que caraterizan a gran parte de nuestros adolescentes proviene de la consecuencia generada por lo aprendido y emulado en sus casas y entorno más cercano. Fíjense que ahora se ha generado un debate en las aulas sobre idoneidad o no de los dispositivos móviles en las clases; y sin embargo, no se plantea que un joven disponga de un “pepinaco” de casi mil euros para jugar, enviar tonterías a sus amistades y admirar a otros que ofertan vídeos haciendo el ganso. La cultura del becerro de oro, una metáfora bíblica que trasciende el tiempo, se relaciona con lo anterior y se eleva como característica de nuestra sociedad contemporánea. En nuestra búsqueda desenfrenada de riqueza y éxito material, de inmediatez, a menudo sacrificamos valores elementales y profundos derivando en la insustancialidad. En este afán por acumular riquezas y fruslerías, corremos el riesgo de perder nuestra humanidad esencial. Un sociólogo, Philip Slater, nos advirtió: "El becerro de oro exige que sacrifiquemos nuestra integridad, nuestra autenticidad, nuestras relaciones y, en última instancia, nuestra propia alma". Esta cultura nos sumerge en una espiral de consumo desenfrenado, donde la felicidad se mide en posesiones más que en experiencias significativas y su ausencia o medida insuficiente en frustración. Ante este desafío, el filósofo Albert Schweitzer nos insta a reflexionar: "El éxito es no lo que se tiene, sino lo que se es". Enfrentar la cultura del becerro de oro implica un cambio de enfoque hacia valores de mayor calado: la conexión humana, la empatía y el servicio a los demás. Solo así podemos liberarnos de las cadenas de la codicia y recuperar nuestra verdadera riqueza, la esencia misma de la vida. Pongamos un ejemplo compartido. Cada celebración, Navidad, carnaval, Semana Santa o ferias locales han ido degenerando en una apuesta por lo vacuo y se han desprovisto casi por completo de sus esencias quedando relegadas a una aspiración de eterna fiesta, opulenta y sin fondo. Nuestra sociedad vive pendiente de encadenar un intrascendente hedonismo arrastrado en los días que produce insatisfacción y provoca una especie de aturdimiento fuera de esa situación. ¿Por qué nos extrañamos de que el botellón sea una necesidad entre los jóvenes? Los hemos ido relegando a ello poco a poco, lo hemos estirado y hasta los treintañeros se han sumado a un encuentro donde se bebe por beber y se deja un rastro de basura estremecedor. Una celebración como cualquiera del becerro de oro actual. No, la escuela no está mal, somos nosotros.

lunes, 15 de enero de 2024

"LA RISA MATA AL MIEDO" (Ideal 14-1-24)

La risa mata al miedo Manuel Molina La risa es una necesidad fundamental en la vida, ya que no solo proporciona un alivio instantáneo al estrés y la tensión, mandamases de nuestros días, sino que también fortalece los lazos sociales. El acto de reír juntos crea un sentido de conexión y camaradería, generando un ambiente positivo. Eso al monje y bibliotecario de El nombre de la rosa de Umberto Eco, le podía y llegó a afirmar como principio ultrateológico medieval que “La risa mata al miedo, y sin miedo no puede haber fe, porque sin miedo al diablo ya no hay necesidad de dios”. Pero es que además, la risa desde el punto de vista fisiológico libera endorfinas, mejorando el estado de ánimo y promoviendo la salud mental, ergo se convierte en liberador de pastillas. En un mundo a menudo cargado de desafíos, la risa emerge como una herramienta necesaria para enfrentar la adversidad y encontrar alegría en medio de las dificultades. Un ejemplo: ahora con nuestras gripes que postra n hay títere con ganas de risa y no digamos después de ver un informativo o visitar una red social. Un purista (un tanto aburrido utópico) como Platón proclamaba en el Filebo que la risa es un placer –hasta aquí bien-, pero al mismo tiempo afirmaba que es fea, obscena, transgresora de la armonía, de la medida, de la integridad y de la conciencia social y de los hombres libres. Oh, comulgaba con el hermano Jorge. Sin embargo, siglos después Sigmund Freud llegó a la conclusión de que la risa “recupera la libertad prístina en un proceso de desalienación”, o lo que es lo mismo en lenguaje comprensible, que es muy buena. Nietzsche, más moderado en este aspecto, también aportaba su opinión positiva. Destacaba también George Bataille la fraternidad que envuelve el hecho de la risa, en el sentido de que esta suponía un lazo de unidad social al mismo tiempo que reverso irónico de los fundamentos de una comunidad. Parece que grandes pensadores reflexionaron sobre la risa y llegaron a la conclusión de que nos beneficiaba. Decía Víctor Hugo, aunque no fuese él, en uno de los más bellos símiles sobre el asunto, que "La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano." Resulta innegable que la risa se ha convertido en un lenguaje universal que trasciende barreras culturales, proporcionando una forma de conexión y comprensión compartida en un mundo cada vez más interconectado. Por todo ello, recomiendo que si viven cerca o planifican una visita a Úbeda no dejen de incluir un regalito para ustedes y asistan al festival “Tolón Tolón: humor por los cencerros de Úbeda”. Se toparán con un tipo de risa que necesita su complicidad, su ingenio; demasiadas veces en modo avión. Los grandísimos Juan Carlos Ortega, Carles Sans (Tricicle), Faemino y cansado, junto a David Navarro, Jesús Piña, Jaime Carava o David Cepo harán de ustedes seres igualados a los dioses, con el peligro que conlleva. La risa, sigue siendo gratis.

domingo, 7 de enero de 2024

"LA EDAD DE LA INOCENCIA" (Ideal 7-1-24)

La edad de la inocencia Manuel Molina Uno de las representaciones que más me ha impresionado de los Reyes Magos ha sido la que se encuentra en las paredes de la basílica de San Apolinar el Nuevo en Rávena. Búsquenla. Trozos de mosaicos de una factura bellísima, elaborada en torno al año 490, conforman una imagen icónica que se repetirá a partir de ese momento como la conocemos en la actualidad. Se representan los Reyes Magos postrados en adoración ante el grupo formado por la Virgen y los arcángeles, custodios del niño Jesús. En la representación aparece la imagen de la Virgen sentada y los tres reyes inclinados ofreciendo sus regalos. Tiene sentido la escena para potenciar la proclamación como Madre de Dios de la Virgen María, que se había producido uso años antes en el Concilio de Éfeso. La obra de arte que contiene el templo es conmovedora, el visitante siente estar rodeado de una extraordinaria creación que estremece. Tal vez sea esa la una de las imágenes que como impronta me han quedado de los Reyes Magos. La segunda la comparto con casi todas las personas que lean esta columna. Pertenece al tiempo de la felicidad, en que todo transcurría como algo parecido a la eternidad. Julio Llamazares escribió un largo poema que reflexionaba sobre el paso del tiempo con el acertado título de “La lentitud de los bueyes”. Una imagen sugerente para definir aquellas noches de espera y desconcierto en que una determinada magia apenas comprensible llenaba el cuerpo por dentro de inquietas hormiguitas en espera de abrir los ojos y encontrar un regalo (hubo un pasado en que había tan solo un juguete y algunos caramelos o chocolatinas). No cambiaría ese pueril nerviosismo de la ilusión por casi nada de lo vivido. Casi todo transcurría en la imaginación de un inocente crio envuelto en las sábanas que protegían de un frío ya casi desconocido para encontrar con las claras del alba –no se podía esperar más- un camión que descargaba, un muñeco articulado o el primer balón de cuero. El mundo en ese instante era perfecto. Este año he cargado un nuevo recuerdo imborrable a los dos anteriores. Me designaron cartero real para poder recibir las cartas de los más pequeños y trasladarlas a los Magos. Qué admirable es el oficio de cartero. Nunca imaginé que disfrutaría tanto escuchando uno por uno a cientos de niños, de niñas y algunos mayores. Sus deseos para la noche mágica. El espectro abarcaba a quienes pedían los últimos juegos digitales, un chico que pedía una muñeca, una chica que pedía como yo un buen balón de fútbol, hasta quien pedía tan solo ropa para él y sus familiares. Una veinteañera me pidió aprobar unas oposiciones. Bendita inocencia y esperanza luminosa que no debería abandonarnos, que de alguna manera pudiéramos afianzarla y que nos acompañara a lo largo de nuestros días. Incluso algunos más malillos declaraban que intentarían ser buenos regulares, que no está mal. Sigan con la magia.