domingo, 7 de enero de 2024

"LA EDAD DE LA INOCENCIA" (Ideal 7-1-24)

La edad de la inocencia Manuel Molina Uno de las representaciones que más me ha impresionado de los Reyes Magos ha sido la que se encuentra en las paredes de la basílica de San Apolinar el Nuevo en Rávena. Búsquenla. Trozos de mosaicos de una factura bellísima, elaborada en torno al año 490, conforman una imagen icónica que se repetirá a partir de ese momento como la conocemos en la actualidad. Se representan los Reyes Magos postrados en adoración ante el grupo formado por la Virgen y los arcángeles, custodios del niño Jesús. En la representación aparece la imagen de la Virgen sentada y los tres reyes inclinados ofreciendo sus regalos. Tiene sentido la escena para potenciar la proclamación como Madre de Dios de la Virgen María, que se había producido uso años antes en el Concilio de Éfeso. La obra de arte que contiene el templo es conmovedora, el visitante siente estar rodeado de una extraordinaria creación que estremece. Tal vez sea esa la una de las imágenes que como impronta me han quedado de los Reyes Magos. La segunda la comparto con casi todas las personas que lean esta columna. Pertenece al tiempo de la felicidad, en que todo transcurría como algo parecido a la eternidad. Julio Llamazares escribió un largo poema que reflexionaba sobre el paso del tiempo con el acertado título de “La lentitud de los bueyes”. Una imagen sugerente para definir aquellas noches de espera y desconcierto en que una determinada magia apenas comprensible llenaba el cuerpo por dentro de inquietas hormiguitas en espera de abrir los ojos y encontrar un regalo (hubo un pasado en que había tan solo un juguete y algunos caramelos o chocolatinas). No cambiaría ese pueril nerviosismo de la ilusión por casi nada de lo vivido. Casi todo transcurría en la imaginación de un inocente crio envuelto en las sábanas que protegían de un frío ya casi desconocido para encontrar con las claras del alba –no se podía esperar más- un camión que descargaba, un muñeco articulado o el primer balón de cuero. El mundo en ese instante era perfecto. Este año he cargado un nuevo recuerdo imborrable a los dos anteriores. Me designaron cartero real para poder recibir las cartas de los más pequeños y trasladarlas a los Magos. Qué admirable es el oficio de cartero. Nunca imaginé que disfrutaría tanto escuchando uno por uno a cientos de niños, de niñas y algunos mayores. Sus deseos para la noche mágica. El espectro abarcaba a quienes pedían los últimos juegos digitales, un chico que pedía una muñeca, una chica que pedía como yo un buen balón de fútbol, hasta quien pedía tan solo ropa para él y sus familiares. Una veinteañera me pidió aprobar unas oposiciones. Bendita inocencia y esperanza luminosa que no debería abandonarnos, que de alguna manera pudiéramos afianzarla y que nos acompañara a lo largo de nuestros días. Incluso algunos más malillos declaraban que intentarían ser buenos regulares, que no está mal. Sigan con la magia.

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