martes, 7 de mayo de 2024

"SOBRE EL TRABAJO" (Ideal 5-5-24)

Sobre el trabajo Manuel Molina Hace tiempo, cuando la televisión entretenía y transmitía conocimiento provechoso, es decir, antes de que se hubiese convertido en esta especie de casquería y especiado con la habilidad de la falta de digestión al deglutir, el periodista inigualable Jesús Quintero entrevistaba en uno de sus programas a un persona singular donde los hubiera –ambos ya nos están- “el sabio Tarifa”, de estampa senequista y humor socarrón. En el programa hablaban de lo anecdótico y de lo trascendente, de lo divino y lo humano. Para crear ambientación; y tras de una de esas expresivas pausas del “Loco” le lanza una pregunta al gaditano: “¿tú crees que el trabajo es bueno?”. El sabio se reincorpora del asiento, toma una copa de vino, da un sorbo, la vuelve a dejar en la mesa y con media sonrisa y voz contundente responde: “el trabajo es malo, pero nos hemos acostumbrado”. Recibí un saetazo, porque nunca había apreciado esa visión tan acertada. Había puesto la piedra basal de nuestra existencia, sobre la que basculamos con cierto entusiasmo o como una maldición. Eran otros tiempos. Me resulta curioso un aspecto del trabajo. Una visión que incardina con el tertuliano de Quintero radica en que la gran mayoría no desearía trabajar, como el escribiente Bartleby, creado por Herman Melville en 1853 caracterizado por su actitud pasiva en el trabajo y su repetida frase "Preferiría no hacerlo", la cual utiliza como respuesta a cualquier petición que se le hace para realizar una tarea. Una aspiración de muchas personas que he conocido, pese a tener un trabajo más o menos digno, residía en convertirse en jubilados prematuros, no por una cuestión real, sino por alcanzar un estado para dedicarse a lo que verdaderamente les interesaba; eso sí con la red protectora de una paga. Así conocí gente al modo del bíblico Lázaro que casi sin poder moverse adquirió tras su meta una capacidad inigualable de movimiento en sus propios asuntos. Se reían de Barack Obama que proclamaba que el trabajo no solo nos da dinero, sino también dignidad y un propósito en la vida. Bueno, si entendemos el no trabajo, también vale. Por otro lado, también me llama la atención la dicotomía existente entre quienes no quieren trabajar y se la averiguan de una u otra forma en esta vida para llevarlo a cabo con éxito; y sobre todo, quienes se empeñan en alcanzar un trabajo y no hay manera de que les sea fructífero, dando saltos de mata sin alcanzar una continuidad merecida. La preparación, el empeño y la constancia ante el fracaso no garantizan la certeza de alcanzar una situación laboral deseada. Existen quienes como Sísifo, caen una y otra vez y quienes con una flor en salva sea la parte obtienen su objetivo a las primeras de cambio. Pertenezco a los que le costó demasía lo pretendido. Por ello no soporto el más mínimo tipo de “enchufe” al que somos tan dados, ni a quienes ostentan acomodados trabajos y lo menosprecian.

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