domingo, 26 de mayo de 2024

"LA VIEJA EUROPA" (Ideal, 26-5-24)

Una constante a lo largo de la historia europea ha consistido en matarnos los unos a los otros, aún cerca los rusos con los ucranios lo siguen practicando. Que si unas tierras, que si un dios que no es el mío, que si este rey y aquella sobrina, que si esta frontera o aquella colina. Europa ha sido un escenario de conflictos y guerras casi constantes, marcando profundamente el desarrollo del continente y sus sociedades. En la antigüedad, los conflictos entre las ciudades-estado griegas, como las Guerras del Peloponeso entre Atenas y Esparta, que reflejaban las tensiones políticas y económicas de la época. El Imperio Romano, por su parte, extendió su dominio a través de campañas militares, incluso internas como las guerras civiles que llevaron a la caída de la República y el surgimiento del Imperio. Durante la Edad Media, las invasiones bárbaras, las cruzadas y las guerras feudales moldearon el mapa político y social de Europa a base de sangre. Siguieron la terrible Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia, o las provocadas por la Reforma y Contrarreforma. Unos territorios anhelaban otros como Francia, Inglaterra o Alemania que invadieron otros hasta llegar al siglo XX con las terribles Primera y Segunda Guerras Mundiales. La literatura nos ha advertido de cómo los valores más importantes sobre los que reside la democracia, la libertad y la elección, pueden acabar generando uno de los peores monstruos que lo dinamitan desde dentro: el aprovechamiento de los mecanismos de la propia democracia para destruirla. El caso contrario no ocurre. Hermann Rauschning creció fascinado por el partido nazi alemán, pero una vez descubierto lo que alentaba se convirtió en un crítico feroz como nos legó en “la noche de los cuchillos largos” o Sebastian Haffner en “Historia de un alemán”, autobiografía que ofrece una visión personal y aguda de la vida en Alemania durante el ascenso del nazismo. Las consecuencias de los extremismos también nos los analiza Hannah Arendt en "Los orígenes del totalitarismo". Todos destacan cómo surgió el fascismo de las urnas para alzarse con el poder y destruir la democracia y las vidas humanas. Esos partidos ahora han crecido y ya sin máscara aspiran poco a poco a regir Europa, para doblegarla y anularla en su peligrosa visión. Hay quienes ven con simpatía la ultraderecha, tal vez como respuesta a lo que no les encaja como visión personal en su día a día político. La democracia resulta el medio menos malo de gobernarnos y nunca hemos vivido tanto tiempo sin matarnos los unos a los otros que con ella. Resulta paradójico que critiquen “paguitas” quienes viven de la subvención europea del campo sin pisarlo o con latifundios heredados también euromantenidos, quienes alientan la xenofobia pero darían la vida por un equipo con diez jugadores negros, quienes siendo gays pertenecen y se enorgullecen de instituciones que no los reconocen. Así se expande el peligro de las sirenas del fascismo, crees y apoyas voluntariamente lo contrario de lo que eres.

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