domingo, 19 de marzo de 2023

"CACA DE LA VACA" (Ideal 19-3-23)

Caca de la vaca Manuel Molina Ese poco imaginativo y desafortunado título, a la par que representante de una limitada gestión neuronal, nos llama la atención desde un cartel que una cofradía ofrece como atractivo para ir a pasar un día inolvidable. Un cartel debe llamar la atención y para ello no existe, por ejemplo, mejor reclamo que la palabra sexo a buen tamaño. Un amigo utilizaba la técnica para ofrecer ventas que para nada tenían que ver con el susodicho vocablo, pero la gente se acercaba y alguien siempre picaba. Es la publicidad, amigo. El problema de esta actividad, pretendida jornada de divertimento, radica en que a muchos no nos hace ni pizca de gracia. Cuando crees que ya has visto demasiada estulticia y tienes la esperanza de que se vaya pasando retoma el brío como un virus silente que se apodera de personas que podrían pasar por respetables convecinos. “Ese trueno, vestido de nazareno”, que diría don Antonio Machado. Paso a relatar en qué consiste la perpetración más propia de tiempos nearthentales que del siglo XXI. Agárrense que vienen curvas. Se elige un espacio amplio y abierto dividido en cuadrículas. Se monta una barra con abundante comida y sobre todo bebida. Al personal asistente se le conmina a pagar (apostar) por alguna de las cuadrículas, casi siempre varias para mayor regocijo y emoción. Y ahora viene lo bueno. Se acota el terreno y se elige un animal, vaca o burro, para que pase la jornada en el terreno delimitado, mientras el personal deglute o trasiega alegremente y jalea los premios. La deposición del animal (su cagada) provoca el galardón del apostador de la cuadrícula con el pertinente alborozo de la asistencia. ¿Cómo se han quedado? Casi como yo cuando leí el cartel por primera vez, de lo contrario me preocuparía. El “festejo” resulta de una estupidez supina, basado en algo tan pueril como la escatología. Ya saben la fascinación de las clases de infantil por el póker de vocabulario: caca, culo, pedo, pis. Lo repites cien veces y cien veces provoca la risa. Infalible como la caída de un payaso. La madre de Forrest Gum ya lo advertía: “tonto es el que hace tonterías”. Lo sé bien, yo que soy payaso, perroflauta, brillosito, gilipollas -perdón-, aburrido, figurante o malafollá y además “irrespetuoso” (sic) con la libertad de algunas minorías que se regocijan maltratando animales. ¿Cuál es la gracia? No la pillo. Un animal que durante un día es observado a ver dónde suelta un mojón. Ni pizca de gracia porque de lo contrario estarían las dehesas y terrenos comunales de pasto atestados de gente descojonada. Llegas a un concurso de talentos y comienzas “Una vaca cagando…” y ya aseguras puesto en la final. Como decía al principio me llama la atención que el evento se repite en más pueblos, pero en este caso organizado por una cofradía, a la que me cuesta entender qué tipo de rogativa, petición o loor ofrece a su titular. Y dos, colabora el ayuntamiento. Lamentable.

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