domingo, 28 de julio de 2024

"LA DIGNIDAD" (Ideal 28-7-2024)

Foto: Carlos Saura
La dignidad Manuel Molina />
Apunta la filósofa Constanza González que la dignidad es el valor supremo de la vida, nuestro derecho de ser valorados y respetados, y de ser tratados éticamente. La palabra proviene del latín DIGNITAS, y ésta de DIGNUS que significa merecedor de algo. La podemos entender bien si valoramos algunos sinónimos que emparentan con el significado: honradez, respetabilidad, nobleza, honestidad, integridad, decencia, seriedad o decoro. El Preámbulo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966) proclama que los derechos «derivan de la dignidad inherente a la persona humana», es decir, la libertad, la paz o la justicia. El filósofo Alan Gewirth destaca la dignidad como un valor independiente de nuestros méritos, estatus, rango social o valor de mercado. Hablamos de un derecho moral básico, tanto para el sujeto como para l colectividad. Viene todo lo enumerado anteriormente a colación de una situación que vivimos y que se extiende de manera preocupante. El menosprecio a la dignidad de las personas que por alguna razón no cuadran en un estereotipo inventado y reproducido, como parte de una forma de sociedad existente en imaginarios de mentes retorcidas y reduccionistas propagadas por unos políticos de mínimos al servicio de la causa. No crean que los minusvaloro, porque su mensaje cala, sino que me preocupan y mucho. Partiré de ejemplos no muy lejanos de sociedad por la que sienten nostalgia. Hace unas décadas en cualquier pueblo las calles presentaban un aspecto mugriento y muchas casas carecían de los servicios mínimos para la propia higiene, en algunos barrios habitaban personas que pasaban hambre, desharrapados que apenas alcanzaban dignidad gracias a algún tipo de auxilio, luego estaba la caridad correspondiente a otro asunto. No podían pagarse médico, ni realizar estudios, tan solo se ofrecían como carne de trabajo malpagado. Poco a poco se fue evolucionando y se sumaba en cada logro social un peldaño de dignidad, con mucho esfuerzo y dedicación de quienes creyeron en tal causa. De pronto, aparecen descerebrados vividores con interés, sobre todo propio, en reclamar un tiempo pasado enmascarado en una especie de Arcadia añorada, donde tan solo unos pocos vivían bien, con dignidad; la gran mayoría sobrevivía. Muchos de esos insensibles sociales ni siquiera habían nacido para poder valorar lo conseguido, pero en su ignorancia intencionada propugnan una regresión de tiempos oscuros. Lo más preocupante radica en que sus progenitores, que sí vivieron esos nefastos momentos, aunque fuese en coletazos, arengan a sus vástagos como si no hubiesen visto los ojos de la indignidad, de la desgracia extendida como pobreza; ofreciéndose voluntarios en el pelotón que arropa los discursos excluyentes y totalitarios anhelantes de un mundo en el que creen serían de los elegidos y el resto seres menospreciables que nos roban, envilecen, maleducan, nos contagian morales lasas: nada como apartarlos en un espacio distinto, vedado o vallado, aunque sea metafórico, para que solo existan inter pares los autoproclamados paladines de la dignidad propia. Decía el nobel José Saramago, con mucha razón, que la dignidad no es negociable.

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