lunes, 18 de marzo de 2024

"FUMAR, DONDE SEA". (Ideal,17-3-24)

Por circunstancias he debido pasar unas semanas en un hospital público (por cierto, viva la sanidad pública) y aparte de la casuística propia de ese hecho, donde profesionales se fajan a veces no en las mejores condiciones y sin embargo, una gran mayoría aporta un plus más allá de lo que exige su trabajo. Me he encontrado con un hecho muy llamativo. Se trata de la gran cantidad de gente que fuma en los hospitales. Voy a retrotraerme para centrar la atención en lo que he apreciado. Una de las mayores estupideces que cometí en mi vida fue la de seguir la tendencia imitativa y adolescente de tragar y expulsar humo. Durante dos décadas y pico fui fumador convulsivo, de cajetilla diaria. Cuando entendí la idiotez del asunto era un poco tarde y tras varios y deprimentes intentos logré dejarlo. Mi pareja fumaba también y con los ingresos destinados a fumar (ya superado) nos compramos un coche de segunda mano. No me convertí en un converso persecutor y he respetado a quien fuma, siempre y cuando se atenga a norma, como cualquier otra circunstancia cívica. Repasando datos sobre el asunto del tabaquismo descubro que alcanzaba al 32,7% de la población mundial mayor de 15 años en el año 2000 y ha bajado al 22,3% en 2020. En España se fuma mucho ,casi 20 millones de personas (datos de la intersectorial), más mujeres que hombres. La mortalidad relacionada con el tabaco alcanza un 18,9% de fumadores y el tabaquismo continúa siendo la principal causa de morbimortalidad en nuestro país ya que se estima una media nacional de 51.870 muertes atribuibles al año al tabaco, y a nivel mundial las muertes por cáncer de pulmón se han triplicado en los últimos 20 años. No son datos halagüeños, pese al descenso de consumo. Por eso, me llama la atención la cantidad de gente que en recónditos pasillos, terrazas, ventanas y sobre carteles de 'prohibido fumar' consuma tabaco o vapee. Algunas escenas son propias de esperpento como los enfermos con suero y vías, en silla de ruedas inhalando humo o quienes con vestuario de quirófano fuman tras unos setos. 'El dilema' (2000) de Michael Mann con Al Pacino y un grandioso Russell Crowe fue una película sonada que trataba sobre un famoso escándalo de una tabacalera americana, y de cómo incluían adictivos para fomentar el consumo de sus productos. Un ingeniero de la multinacional largó cómo se incluía entre las doscientas cincuenta y pico sustancias que lleva un cigarrillo, una para potenciar la adicción; ese era su trabajo, crear dependencia. Siempre se ha comentado el doble rasero del estado con el tabaco, por un lado recauda y por otro debe pagar el costoso tratamiento del tabaquismo. Me sorprenden también las escenas de películas, incluidas con calzador, donde se debe fumar compulsivamente a cascoporro. En la segunda parte del siglo XX fumaban los buenos, luego los malos en el XXI y ahora todos. Fumar en el hospital resulta una tremenda metáfora.

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