domingo, 22 de enero de 2023

ELOGIO DE LAS MIGAS (Ideal 22-1-23)

Elogio de las migas Manuel Molina Hace poco visité una zona de Extremadura que linda con Portugal y allí descubrí un pueblo singular que me había recomendado un amigo, la ciudad de Olivenza, población cargada de historia y maravillas, como el hecho de ser el único pueblo de España donde se puede obtener doble nacionalidad, la española y la portuguesa. Allí, hablando de gastronomía con un conocido, surgió el tema de las migas que se elaboraban en el campo por parte de los jornaleros nada más llegar al tajo. Una manera de combatir el frío de los inviernos y de obtener energía para la dureza de las tareas. Cuál fue mi sorpresa al comentarme el hecho de que en las cafeterías de esa parte de Badajoz se sigue ofreciendo para desayunar un plato de migas si el cliente lo pide. Al día siguiente ya tenía encomienda, pese al escepticismo de mi pareja un tanto incrédula ante el hecho. Llegué a una cafetería y observé que la mayoría desayunaba las tradicionales tostadas. Pregunto a la camarera si se pueden pedir migas y me responde con un rotundo “por supuesto”. Tras de mí se sienta una pareja mayor y piden dos cafés y unas migas. Me alejaba satisfecho del friquismo y degusté unas esponjosas y contundentes migas para desayunar. Me acuerdo de la anécdota estos días de nieve, en los cuales es tradición en algunas zonas encender la lumbre, poner las trébedes y afanarse en mover el pan y los ajos fritos en la sartén para que luego reciba el arrope de chorizos, morcilla, torreznos, melón, uvas, pimientos o granada, incluso del chocolate. Cuando estudiaba en la facultad de Filosofía y Letras de Granada las limpiadoras elaboraban unas ricas migas que ofrecían a los estudiantes el primer día de nevada. Así lo hice cada vez que disfrutábamos de esos días en que los copos van cayendo y se apelmazan elevándose con un bello manto blanco. Cuentan que era una celebración de las gentes del campo porque garantizaba agua futura y aquello suponía riqueza. También me viene a la mente el origen humilde del plato que mataba hambres de manera socorrida entre los pastores trashumantes. Los platos humildes que han resistido el tiempo deberían tener monumentos. En algunos lugares del noreste jienense la elaboración de las migas se realiza de distinta manera a las tradicionales y aunque los ingredientes son los mismos se mezclan de distinta manera, realizando una especie de gacha que luego se va solidificando en grumos, es la popular gachamiga, que mi amigo Manolo Bello convirtió en un atractivo cazorleño al promover un concurso en el cual se alcanzaban cotas de calidad elevadas, aunque casi siempre ganaba una mujer mayor de La Iruela, creo que llamada Ángeles. Era una virtuosa dando la vuelta a la torta y a las migas ya desliadas. Ahora que es tiempo de Fitur y de vender lo que distingue, aprecio que un valor que nunca se devalúa es el de nuestra gastronomía tradicional. Vendámoslo y disfrutémoslo.

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