domingo, 27 de noviembre de 2022

LIMPIEZA JAPONESA (IDEAL 27-11-22)

Limpieza japonesa Manuel Molina A diario saco mis perros para acercarlos hasta un parque donde puedan estirar las patas y hacer sus necesidades. Por desgracia, no disponemos de mucho tiempo y van atados por cadenas. Aun así cuando ven los indicios de la salida parece que fuese siempre fiesta extraordinaria y se entregan a saltos y cabriolas desaforadas; en los días que comienzan torcidos alegran el alma de forma balsámica. Llevo una botella de agua con un poco de vinagre para minimizar las micciones y bolsas para recoger los excrementos. Por el camino voy sorteando orines y cacas olvidadas, que al llegar al parque se extienden por todas las superficies. Podríamos pensar que ensucian los animales de cuatro patas, pero hay otros de dos que dejan todo el radio de acción que un lanzamiento intencionado puede hacer en torno a varios bancos. Un suelo de cáscaras de pipa, varios tetra brik, algunas latas de cerveza y refrescos, bolsas variadas, paquetes y envoltorios de tabaco. El fin de semana se complementa con recipientes de aluminio y plástico que contenían comida rápida. Se podría realizar una práctica completa forense y hacer una radiografía de quienes pasaron por allí. Hace tiempo inicié una campaña para intentar frenar el despropósito de convertir un edificio emblemático en basurero intencionado. Cada día subía a las redes una fotografía de cómo amanecía aquel recinto. Eso sí, después de haber realizado escritos a las autoridades pertinentes y no haber apreciado voluntad de intervenir. Después de soportar constantes amenazas e incluso un amigo que apoyaba recibir una agresión, el lugar hoy amanece pulcro la mayor parte de días. Otro asunto que sería prolijo enumerar radicaba en quién recaía la función de recogida, ahora solventado. Ya saben aquello de no son mis funciones. De aquella experiencia -ahora tengo menos energía para emprender otra- en el mencionado parque del principio se me quedaron dos expresiones que recientemente me recordaba un conocido, “yo no tengo que limpiar, para eso hay gente a la que le pagan” Y dos: “si no ensuciamos la gente de la limpieza no cobraría”. Tales lumbreras son los auténticos cuñados que se entregarían al consejo, incluso a la ministra Yolanda Díaz, como asesorías porque saben cómo arreglar España. Escribo lo anterior después de una nueva lección de los japoneses limpiando en el mundial de Qatar el vestuario tras un partido, jugadores y equipo técnico, ejemplo seguido también en la parte de las gradas donde se ubicaba la afición nipona. Qué manera tan distinta de entender la limpieza de un espacio común, no dejando rastro de nuestro paso, como por desgracia, ocurre en el mismísimo campo con enorme frecuencia. Tengo un ejemplo de nuestro fracaso como sociedad, como educación equivocada, al observar cómo queda un patio de centro educativo después de un recreo, lleno de bolsas, bolas de aluminio, restos de comida y latas esparcidos por él, a un metro de las papeleras o rodeándolas. Dice un aforismo chino que cerdos son quienes se rodean de basura. Ea, seguirán gruñendo.

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