domingo, 9 de octubre de 2022

"CAYETANOS" IDEAL 9-10-22

MANUEL MOLINA «Hice algunas picardigüelas, reparables en aquella corta edad. Fueron todas nacidas de falta de amor a mis iguales, y de temor y respeto a mis mayores». Así reflexionaba sobre su pasado estudiantil el salmantino Diego de Torres Villarroel, destacado escritor del siglo XVIII. Nuestra literatura ofrece ejemplos de que a lo largo del tiempo el binomio joven y universitario no es proporcional al lado del raciocinio de los libros o la reflexión del estudio. El Buscón, la novela de Quevedo, cada vez más relegada al ostracismo lector gracias al abandono curricular y el mesianismo de lecturas de fácil digestión, purés infantiles, nos narra el recibimiento de un nuevo estudiante en la universidad y las vejaciones a las que debe rendir pleitesía y aceptar sin reparo. La tradición, ese vocablo tan presto en boca de quienes consideran que lo suyo es parte de lo común, ha de mantenerse aunque alcance vejaciones y «esa falta de amor a los iguales». Lo que más me preocupa a día de hoy es la escalada de precios que afectan sobre todo a los más desfavorecidos, la inflación galopante, políticas poco acertadas de quienes gobiernan que o bien suben impuestos desproporcionados o renuncian a los más lógicos, me produce desasosiego que la sanidad y la educación sean mercancías en manos de los que solo ven negocio, que las cifras del paro en Jaén se enquisten y me preocupa una guerra sin sentido en pleno siglo XXI en Europa. Una vez aclarada esta declaración de principios, creo que me considero en disposición de opinar sobre los cabestros que gritan imbecilidades desde sus ventanas de colegio mayor, con una 'performance' coral hacia las ventanas de unas chicas, oh sorpresa, que consideran la retahíla de exabruptos y despropósitos algo normal, porque es 'tradición'. No soy muy amigo de lo políticamente correcto, moderna jáquima del pensamiento, ni me voy a escandalizar por lo que un cachorro de la élite profiera. Pero ha sido curioso que la viralidad del hecho nos haga enfocar una parte de nuestra sociedad. Un grupo social de este país, illo tempore, ha considerado que lo suyo y parte de lo común les pertenece y lo acota como mecanismo de defensa. Ha utilizado variados mecanismos para que se perpetúe su oficio y beneficio. Uno de ellos es la falta de relación con el ajeno, con el otro. Así crea sus propios colegios y residencias para los vástagos, ellos y ellas separados, pero cerca, así no se mezcla más que lo suficiente y reproducen el pedigrí, como los perros de raza. Mantiene su distanciado transcurrir en urbanizaciones acotadas, puertos deportivos exclusivos o lugares de ocio selectivos. Incluso perdura una presencia identitaria con ropa, calzado o peinado que exhiben como pertenencia a centros educativos particulares, a un estrato social. Algo que resulta a veces, clónico y curioso porque pueden pasar años y el modelo de apariencia se perpetúa como rasgo comunitario. No sorprenden ni las palabras soeces de ellos, ni la justificación de ellas. Son así.

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