sábado, 29 de enero de 2022

CLASES PARTICULARES. IDEAL (23-1-22)

Clases particulares Manuel Molina La educación vive un sobresalto continuado por un bicho invisible que deja las aulas diezmadas cada cierto tiempo, alumnado y profesorado se ven contagiados y cuando se cree que el final de ese túnel sin luz al fondo puede aclararse, sigue oscurecido. Por tanto, tal vez no sea el mejor momento para apuntar hacia las aulas, que bastante tienen con seguir recibiendo las clases, sea de manera presencial o vía telemática. En ese aspecto la escuela ha avanzado años en formación digital como nunca lo había imaginado, ya que la necesidad apremia. Aunque resulta inevitable dedicar tiempo a un hecho que ha aparecido en los últimos años de manera sigilosa, de manera exponencial: las clases particulares. Los cambios sociales que se han producido en los últimos decenios han mutado por completo la vida estudiantil. Quien esto suscribe vivió, por fortuna, un tiempo donde las tardes se alargaban incluso con la impartición de clases, tras ellas llegaba una merienda y a jugar. Esperaba la calle para improvisar con los vecinos un encuentro en que las canicas, trompos, saltos, partidillos, escondites y aventuras hacia otras fronteras como el otro barrio o las huertas acogían una pandilla de imberbes imaginativos aprendiendo lo que era la vida. Nadie iba a clases particulares, salvo algún caso puntual en verano, si le quedaban algunas asignaturas suspensas. Toda aquella vivacidad se fue perdiendo. Llegaron los horarios y el recogimiento para que aparecieran nombres extraños como informática o inglés, que al modo de las captaciones fueron diezmando la tropa juvenil. En un reciente informe se recoge que casi el veinticinco por ciento los estudiantes españoles acude diariamente a clases particulares. Uno de cada cuatro, "Educación en la Sombra”. Elaborado por Juan Manuel Moreno, analista de investigación del Centro de Políticas Económicas también indica que se ha triplicado el gasto de las familias en este asunto y lo más grave, los hogares ricos gastan hasta cinco veces más que los pobres. No hay que ser un lince para analizar lo que esto supone. La educación es un bien público y un derecho que ha supuesto una evolución en la cantidad, al universalizar la enseñanza en nuestro país, pero que anda reñida con variados asuntos. Uno de ellos es la necesidad de que un alumno/a deba acudir a clases particulares después de seis horas diarias y treinta semanales. Un profesor de un centro contaba con treinta pupilos, de los cuales tan solo dos o tres solían aprobar sus pruebas, lo que provocaba que acudieran de manera extendida a las clases particulares. El resultado era lógico ya que los buenos resultados se apreciaban al final de curso, pero como es obvio, no se debían al esfuerzo de tal profesor, sino a esas clases. Un demérito que se vendía como buena praxis por exigencia. Vivimos como nueva realidad tal vez un fracaso de la escuela en la que se ha generalizado la necesidad de las clases particulares, después de haber castrado el tiempo, el aire de las calles.

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