La relación de la madera con el mar, tratándose de la Sierra de Cazorla, es cuando menos curiosa puesto que esta zona llegó a ser "Provincia marítima". Sí, no es una errata, la zona pertenecía al gobierno de la Marina, puesto que de aquí partieron enormes pinos salgareños para la construcción de barcos que cruzaron el océano. Esta instalación es un homenaje a esas personas que aun a riesgo de poner su vida en peligro en muchas ocasiones, llevaban río abajo la "maderada". Quedó reflejada esta vivencia en la novela de José Luis Sampedro y en el cine de la mano de Antonio del Real, diretor cazorleño, con "El río que nos lleva".
La instalación parte de lo más cercano, materiales del propio hábitat, con la mínima intervención. El material es "pobre", pero su instalación ofrece riqueza con el conjunto. Cantos rodados pintados, palabras en los árboles, piñas en las vallas metálicas y una vela que une la madera y los troncos a modo de barco ofrecen un mosaico que el espectador rellena en su mente. Los objetos, a su vez, están expuestos sin protección, a mano, de tal forma que lo público se reivindica con el respeto hacia lo creado. Puede que alguien destruya o desplace, pero es parte de la propuesta. Una manera de dar importancia a quien se presenta como espectador ante una obra artística; de hecho le lleva a replantearse ese concepto.
Y eso es lo que se ha intentado.
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