Siempre están cerca cuando los necesito, cuando los días de sol abierto se resquebrajan y el cielo azul se emborrona con agrias tachaduras de algodones negros. Cuando callo en exceso vienen a mi lado sigilosos y buscan un pequeño contacto, en el límite de la caricia, como si de repente algo fuese comienzo y pudiésemos saltar sobre el prado fresco que visitamos a menudo o sobre las líneas de hormigas que juegan sobre el papel blanco. Nunca llego del todo al abandono porque encuentro por el camino los primeros auxilios de mi perro y mi lápiz. ¿Quién tan generoso que se deja la piel por ti?
Boceto |
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