sábado, 16 de agosto de 2014

EL FAUNO Y EL GATO EN LA FUENTE

Manolillo, que dejó la infancia atrás hace muchos años, arrastró su diminutivo hacia el futuro y en parte su cabeza. La última vez que lo vi estaba al borde de una fuente hablando solo, dibujando extraños giros acrobáticos en el aire con su cuerpo y vuelta a asentarse apoyado en un muro de yedra junto a una virgen, qué paradojas, que veneran los vecinos como de la salud. Bueno hay que decir que también estaba cerca del dios Pan y un pequeño rebaño en un bajorrelieve. Manolillo lo dijo un año atrás después de varios limpio: qué aburrido es ser bueno. Y ahora se divierte -y sufre- con una pizca de malicia blanquecina y un poco de alcohol. El resto lo suma el vericueto inasible de su cabeza, la misma que el Quijote rajando cueros de vino como fieros gigantes. Esa extraña noche en la que me sorprendió Manolillo enfaunado en su laberinto tan solo le prestaba atención un gato anaranjado que se aburría; como los faunos se volvía de una leve transparencia ante los demás.



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