lunes, 1 de septiembre de 2025

"LOS GUARDIANES DEL NO" (Ideal 31-825)

 Los guardianes del “no”

Manuel Molina


Cada paso que ha dado la humanidad hacia adelante ha tenido enfrente a un coro que ponía palos en la rueda. Ocurrió con Galileo cuando se atrevió a mirar el cielo y vio que la Tierra no era el centro del universo, sino apenas un planeta más. Cuando la Inquisición le hizo en un tribunal abjurar de ello murmuró en voz baja “Eppur si muove”, (pero se mueve), como quien sabe que la verdad camina sola aunque tropiece con muros de dogmas. Ese mismo murmullo se escucha hoy cada vez que desde la ciencia, la cultura o la misma política se intentan abrir ventanas hacia la evolución. Los guardianes del “no” cambian de disfraz según la época: fueron inquisidores, luego moralistas de café, hoy se esconden tras tertulias televisivas o bulos digitales, voraces y simplistas indignados sin conocimiento. Siempre encuentran un argumento solemne para frenar la corriente evolutiva. Quizá lo que tenemos ahora es un ejército de esos constantes viejos miedos inquisidores que se niegan a morir

Si uno repasa la historia, la reticencia al progreso parece un reflejo casi natural. Cuando Edward Jenner probó la primera vacuna contra la viruela no faltaron quienes lo acusaron de jugar a ser Dios. Cuando Marie Curie habló de la radioactividad, hubo quien prefirió pensar en magia negra antes que en física y cuando Clara Campoamor defendió el voto femenino en el Congreso de los Diputados, en plena República,  algunos diputados sostuvieron que dar voz a las mujeres era “contrario a la naturaleza”. ¿Quién recuerda hoy esos nombres? La historia se ha encargado de sepultarlos en el olvido más justo. No obstante, conviene no subestimar el poder de la negación. Einstein advertía que “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Y no le faltaba razón, cada reforma educativa que ha ampliado a mayor número de población, cada derecho social conquistado, incluso con vidas, o cada avance médico se enfrentan todavía a esa barricada de desconfianza alimentada de nostalgia mal entendida, la coartada mejor vestida del inmovilismo. En Jaén lo saben bien: basta asomarse a la historia del olivar para comprobar cómo la mecanización del campo fue vista como una amenaza, no como una oportunidad. Se miraban con recelo aquellas máquinas que acabarían multiplicando la productividad. El tiempo, juez sin prisa, siempre dicta sentencia a favor del progreso.

Ahora que las energías renovables, la igualdad de género o la movilidad de las personas marcan la agenda del presente, los guardianes del “no” vuelven a levantar la voz. Con los mismos argumentos de siempre, alertando contra los riesgos de lo nuevo. Como si lo viejo no hubiese tenido (y tiene) también sus peligros. El progreso, al fin y al cabo, nunca se impone por decreto ni por mayorías: avanza porque convence y demuestra, porque se instala en la vida cotidiana hasta volverse costumbre. Y cuando eso ocurre, los negacionistas, acaban convertidos en nota a pie de página; mientras tanto hacen mucho ruido, como el de quienes asistían a ver quemar herejes. 


"LOS GUARDIANES DEL NO" (Ideal 31-825)

 Los guardianes del “no” Manuel Molina Cada paso que ha dado la humanidad hacia adelante ha tenido enfrente a un coro que ponía palos en l...